martes, 4 de mayo de 2010

A media mañana

Estos días son particularmente interesantes para el economista, no sólo por las meteduras de pata de los colegas – véase la mayestática de ayer del gobernador del Banco de España – sino por las oportunidades que ofrece a los que tenemos amor por la docencia de difundir el conocimiento de la economía entre el gran público. En este caso, mis amables lectores.

Hoy son todos los mercados europeos los que sufren fuertes caídas. El gozo de los que ponderaban la valentía de Papandreu y nos dictaban las lecciones del plan de ajuste griego, en un pozo. No se me entienda mal: claro que admiro su valentía y comprendo que el ajuste es la única solución que se les ha dejado. Pero todo eso, ahora, carece de importancia. Lo único importante es que la crisis no se ha cerrado.

Los menos espabilados dicen que es culpa de los rumores. Es divertido oír a los más listos decir que “los mercados están histéricos”, que “no se comportan como deberían”. ¿Cuánto tiempo yo diciéndolo? ¿En dónde estudiaron para haber tardado tanto en darse cuenta? Y ni siquiera esto es lo importante ahora: lo importante es conocer la ley fundamental que rige la histeria de los mercados. Es ésta: la crisis no se detendrá hasta que la destrucción de activos financieros sea tan grande que ya no tenga sentido tratar de mover los activos de un mercado a otro. Éste es el peligro que hay que conjurar.

Y únicamente hay una forma segura de hacerlo: el Banco Central Europeo, no los gobiernos de la eurozona, debe hacerse cargo de inmediato de la deuda griega.

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@purgatecon

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