martes, 17 de mayo de 2011

Causas de la crisis de deuda soberana /2

Acerca de las causas subyacentes de la crisis de la deuda soberana, hay por lo menos dos teorías con «denominación de origen», una tercera de un marcado carácter teórico, y una cuarta – trivial – que sitúa su origen en la especulación. Digo que esta última es trivial porque la especulación siempre sacará provecho de cualquier situación, pero no puede crear ninguna. Lo que nos interesa es la situación creada porque, mientras subsista, la especulación siempre estará aprovechándose de ella por más de que uno se lamente sin poder evitarlo.

A la primera de las dos teorías con «denominación de origen» la llamaré la angloamericana, porque son los medios especializados de habla anglosajona – Financial Times, The Economist, Wall Street Journal, Bloomberg… – quienes la han popularizado, hasta el extremo de darle carta de naturaleza. Estos medios toman los datos brutos que la economía y las finanzas producen todos los días, y los utilizan para enhebrar un relato según el cual la crisis de la deuda soberana revela dramáticamente la debilidad del euro, basado en una heterogénea colección de economías nacionales totalmente disímiles entre sí, carentes de disciplina común en ámbitos-clave como impuestos y finanzas públicas, mercados laborales y sistemas financieros, organización de los poderes públicos y hábitos de consumo y ahorro de los particulares, ética de los individuos y morales colectivas. Si la Unión Monetaria Europea ha logrado que se emita y circule una moneda común, en realidad – continúa el relato – tan solo ha logrado eso, mientras el foso se ensancha en todos o casi todos los ámbitos mencionados. Se diría que las fuerzas centrípetas que sostienen a la moneda común prevalecieron sobre las fuerzas centrífugas que tienden a hacer que se desmorone, en el periodo 1999-2008; tras el comienzo de la crisis, y hasta el otoño de 2009, se mantuvieron en precario equilibrio; y de forma clara desde comienzos de 2010 las fuerzas centrífugas predominan, y lo hacen de manera más intensa con cada incidente singular de la crisis de deuda soberana.

Como se puede apreciar, el relato de los hechos y su encadenamiento lógico por los medios angloamericanos coincide parcialmente con el de las causas de la crisis que he llamado «aparentes» en una entrada anterior. Lo que hay es una diferencia de énfasis en un extremo: según el relato angloamericano, el euro estaría cada vez más cerca de hundirse definitivamente en el marasmo de la heterogeneidad de sociedades y políticas, para hacerse pedazos y desaparecer tragado por la historia. Hay una especie de destino fatídico empujando hacia delante las cosas, contra el que lucharían – inútilmente, como Tántalo empujaba su piedra – los países centrales, y sobre todo Alemania. Quizá es el espíritu nacional de la propia Alemania el que lleva esa impronta fatídica en su seno; Alemania, siempre intentando cosas imposibles y desastrosas siempre, como en 1914, en 1939 y, aunque por otros medios, también ahora. Y el motivo de su fracaso, al que parece nuevamente abocada en esta ocasión, no es otro que la grandeza de Alemania aparece lastrada por la mediocridad de algunos de los socios de que se rodea. Los medios angloamericanos incluso acuñaron una palabra despectiva para designarnos: PIGS (cerdos, en inglés), siglas de Portugal, Italia, Grecia y España (Spain). Esta palabra se acuñó bastante antes, en los noventa del siglo pasado, y entonces a Irlanda no se la asociaba al grupo; antes al contrario, Irlanda era, según el relato angloamericano, un ejemplo a seguir. Primero, por razón de ser un país «anglosajón», si no étnicamente – que no lo es – sí lingüísticamente; segundo, porque los descendientes de irlandeses forman una comunidad muy influyente en Estados Unidos, y viene a cuento porque hablamos de la opinión informada por medios angloamericanos; y último pero no menos importante, porque Irlanda seguía desde lustros atrás las prescripciones desreguladoras del Fondo Monetario Internacional y de la corriente principal del pensamiento económico actual, prescripciones que nos metieron de hoz y coz en la actual crisis. Cuando se vio que el más obediente discípulo de la clase resultaba ser tan torpe como el más revoltoso; es decir, cuando Irlanda tuvo que pedir la misma clase de ayuda financiera que poco antes había pedido Grecia, hubo que cambiar a regañadientes las siglas para dar entrada a Irlanda en el pelotón de los torpes, con gran dolor de todos los anglosajones y de los norteamericanos irlandeses. Y con gran dolor, no tanto por encasquetar el sambenito también al discípulo predilecto; después de todo, también los irlandeses lo hicieron mal, qué caray, el mundo es duro y la competencia lo hace más duro, que se fastidien. No, con gran dolor porque se les estropeó la bonita palabra PIGS para convertirse en PIIGS, que ya no significa nada. Así de «listos» son los que informan la opinión mundial y tratan de manipular los mercados. Con esas palabritas estúpidas se ha pretendido acomplejarnos; a nosotros, que ya tenemos lo nuestro; a los griegos, que lo están pasando realmente mal; a los irlandeses, que sin comerlo ni beberlo les ha tocado la china, hasta el punto que la mayoría de sus jóvenes ya piensa en emigrar; a los portugueses, que pueden empezar a pasarlo tan mal como los griegos en pocos meses; y a los italianos, que de momento ni se inmutan porque la cosa les cae aún lejos.

Y frente a este relato, que presenta a Alemania condenada a fracasar en su empeño actual por causa de nuestra pretendida incompetencia, y que cala cada vez más hondo en Finlandia y en otros países del norte de Europa, la única respuesta oficial de Europa es tratar una y otra vez de convencer a todo el mundo – la última vez por boca del comisario europeo Olli Rehn, precisamente un finlandés – de que España e Italia se han «desacoplado» de la desastrosa trayectoria de los otros tres países, que ahora conforman la palabra inglesa cerdo, en singular, un drama que se representa una vez, aunque sea en tres actos, y que no vuelve a repetirse. Esto es jugar en terreno contrario. Resulta demasiado evidente que lo hacen porque necesitan pedir más dinero para Portugal, y quizá también – por segunda vez – para Grecia, y si los paganos del estropicio sospecharan que no es la última vez que se les pide, y que la próxima sería mucho más dinero (empieza a hablarse de que el rescate de España supondría más de 300.000 millones de euros), no habría quien les sacara dinero ahora.

Todo esto son cosas conocidas. En la presente situación, en la que los medios angloamericanos se extienden profusamente en presentar la forma mediterránea de entender la vida como una ofensa al espíritu WASP del capitalismo, no está de más volverlas a sacar a la luz, ponerlas ahí delante de nuestros ojos y decirnos: «Todo eso no es más que basura intelectual».

[Nota: Este artículo forma parte de una serie titulada Crisis de deuda soberana. Si se perdió las entregas anteriores, sólo tiene que hacer clic abajo, en la etiqueta, para tener la serie entera en una misma pantalla; las entradas más antiguas se encuentran abajo.]

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