sábado, 5 de marzo de 2011

Depresiones, individuales y colectiva

El amigo Campa, secretario de Estado de Economía, y el amigo Trichet, presidente del Banco Central Europeo, seguramente sin quererlo, han encendido una luz de alarma con sus intervenciones de esta semana, apuntando que en España el ahorro es demasiado alto y el consumo demasiado bajo. El detalle al que aluden esas dos preclaras mentes de la economía es la prueba más fehaciente de que vamos camino de instalarnos en una depresión económica.

Concomitantemente, aumenta de forma considerable el número de depresiones anímicas entre la población. Los malos ambientes laborales, con pérdida de compañerismo y episodios de mobbing, que tienden a aparecer por el aumento de la competencia, favorecen el desequilibrio psíquico en los más débiles. La sanidad pública, tan elogiada, está dando un giro y muestra ahora su faz de maquinaria reparadora de la fuerza de trabajo. Los médicos de familia, al menos en algunas comunidades autónomas, si no en todas, han recibido instrucciones precisas de reducir las bajas por enfermedad al mínimo, y perciben primas salariales si lo consiguen. Los enfermos, obligados a retornar cotidianamente a centros de trabajo donde no pueden rendir con normalidad, son percibidos por sus compañeros como estorbos, aprovechados y vagos. La tensión generada durante horas en esa clase de medio se traduce en ansiedad, angustia e insomnio, y cuando se pierde el descanso el cuadro depresivo aparece por sí solo. Son entonces remitidos a los servicios psicológicos de la seguridad social, atendidos en condiciones casi heroicas por profesionales sin medios y enfrascados en tal multitud de casos que su única función consiste en diagnosticar dolencias que permitan al medico de familia atiborrar al paciente de prozac y sus afines, con vistas a darle el alta cuanto antes.

Se ha llegado a un punto en que la sanidad pública, para ser de verdadera calidad, necesita algo más que suministrar fármacos para suprimir síntomas y devolver una apariencia de normalidad. Hace falta que el juramento Hipocrático, que tantos médicos enarbolan cuando se trata de protestar contra el aborto, deje de ser una fórmula vacía en el resto de los casos y que el enfermo, y no las necesidades del aparato productivo, enfocadas con deshumanización, vuelva a ser el centro de la práctica médica. Una reforma de esa naturaleza debería estar escrita en el programa de la socialdemocracia en vez de ser una tonta utopía.

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@purgatecon

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