sábado, 26 de febrero de 2011

¿Y qué se esperaban Cameron y Clegg?

La pasada primavera, cuando el gobierno de coalición conservador-liberal anunció a bombo y platillo sus medidas para ajustar el presupuesto, que incluían el despido de casi medio millón de empleados públicos y una drástica subida de las tasas universitarias, entre otros estupendos ahorros, pronostiqué una pronta recesión en el Reino Unido. Hoy se ha conocido la tasa revisada de crecimiento del PIB en el cuarto trimestre, y resulta ser del –0,6 por ciento, una décima porcentual peor que lo adelantado provisionalmente hace algunas semanas; el peor registro desde el tercer trimestre de 2009, cuando los britones empezaron a acariciar la esperanza de estar dejando atrás la recesión. Políticos y economistas de aquel país se han mostrado decepcionados por la noticia.

Y pregunto yo, ¿decepcionados de qué? ¿Es eso lo que les enseñan en la afamada London School of Economics, a sentirse “decepcionados” por lo obvio? Alguno todavía me espetará que defiendo un déficit público insostenible, o qué sé yo. Contestaré que según y cómo, aunque he de confesar que, como se está poniendo la cosa, realmente ya es muy difícil. Pero es que la cosa, precisamente, se ha llevado al punto de querer que nos pille el toro, como vulgarmente se dice. En definitiva, no; no es defender el déficit público, aquí y ahora, lo que pretendo. Reducir el déficit público puede ser una solución obligada, y ahora seguramente ha llegado a serlo en Europa. Lo que es de malos economistas es venir con la biblia liberal a prometer la recuperación económica con la reducción del gasto público, y cuando la recuperación no se produce (sino todo lo contrario) manifestar decepción. No se pretenda tomar al público por idiota y alardear de que se trabaja para el futuro. Ustedes no hacen más que obedecer servilmente a un viejo atavismo del género humano, que lo impele a realizar sacrificios para calmar la ira divina en que personificamos lo adverso cuyo origen nos es desconocido. Lo cierto es que no tienen ni idea de lo que pasa, y su doctrina tiene mucho menos de ciencia que de superstición.

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@purgatecon

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