Melodrama del cine español
Los ingresos de taquilla y otros de mercado del cine español en 2010 fueron de 70 millones de euros; las subvenciones, 90 millones. Eso quiere decir que el 56 por 100 de los ingresos fueron sufragados por el contribuyente; consecuentemente, la entrada a una película española habría debido ser más del doble que lo que cuesta una película extranjera. Aun con la subvención, los ingresos cayeron considerablemente con respecto a 2009, mientras los del cine norteamericano en España subían.
Está claro lo que ocurre. El público español acude a las salas a ver películas con grandes dosis de efectos especiales, cuya espectacularidad pierde mucho en las pantallas de televisión u ordenador; esa clase de cine no está al alcance, en general, de las productoras españolas. Quizá por esa razón, el cine español continúa empeñado en un concepto próximo al “cine de autor”, muchas veces costumbrista y algunas intimista, que pierde mucho menos en pantallas no convencionales. Además, cualquiera puede contar con que las películas españolas, sobre todo las más sonadas, serán programadas por televisión rápidamente. (Por ejemplo, el sábado pude ver El baile de la Victoria, nominada para un óscar el año pasado). En estas condiciones, ¿quién va al cine, sabiendo que pronto podrá verlas en la pequeña pantalla? Incluso parece que las subvenciones llevan incorporada la posibilidad de reproducirlas en la televisión pública; de hecho, parecen rodadas para la televisión pública. Todo esto, sin contar con el pirateo en internet.
El propio cine español reconoce la superioridad del estadounidense, con el mimetismo de galas como la de los goyas, alfombra roja incluida. La celebración del domingo fue un auténtico “quiero y no puedo”, ridiculeces y gusto (malo) por las palabras malsonantes y bromas fuera de tono aparte. Lo único digno fue el discurso del presidente dimisionario, Alex de la Iglesia. TVE sintió la necesidad de manipularlo. Por ejemplo, se dijo que él había querido zanjar sus diferencias con el ministerio Sinde, cuando lo que hizo fue dejar las espadas en alto. “Ya no hay vuelta atrás”, se interpretó como que, una vez aprobada la ley de descargas, había que aceptarlas, cuando es evidente por el contexto que se refería a la presencia de internet en nuestras vidas y no a la ley. Hasta los premios dejan esa sensación de manipulación. Su Balada triste de trompeta fue claramente penalizada; bueno, a lo mejor podría decirse que no se la premió lo bastante precisamente por ser obra del presidente de la Academia. Pero Pa negre de Agustí Villaronga, que será una buena película, no digo que no, se ha cargado de galardones. No se me van de la cabeza recientes declaraciones del director, en que decía: “Como internauta, yo hago descargas como todo el mundo; pero, si eso perjudica al productor que paga la película, entonces es un problema”. Perdón, como todo el mundo, no. Yo, que me opongo a prohibir las descargas – y, por tanto, a la ley Sinde – no realizo descargas jamás, porque en mi fuero interno creo que debo respetar la propiedad intelectual. Es así como veo el asunto, como un problema ético, que sólo la educación puede resolver a largo plazo. Pero resulta llamativo que alguien que no muestra ningún pudor en confesar su absoluta carencia de principios éticos, por vía de sus intereses corporativos acierta a dar con lo políticamente correcto. Y eso se premia.
Etiquetas: crisis, cultura, sectores productivos
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