lunes, 7 de febrero de 2011

Cincuenta siglos nos contemplan

Cuesta descifrar el jeroglífico egipcio. Oigo a periodistas preguntarse, atónitos, cómo es posible que Mubarak se mantenga todavía, si nadie le apoya explícitamente y todo el mundo censura su despotismo. No es cierto ni lo uno ni lo otro. Apoyan a Mubarak Israel y las monarquías petroleras del Golfo Pérsico, de forma directa aunque discreta; Estados Unidos lo hace escondiendo la mano, como es lógico. Obama le pide a Mubarak que se vaya, pero no osaría contradecir al poderosísimo lobby judío de su país, que apoya lo que apoye Israel. Como consecuencia, Obama se ha limitado a dar la orden – a través de conductos puramente castrenses – de que el ejército egipcio no intervenga. Y no interviene, de momento. Por su parte, Europa, como de costumbre en asuntos de Oriente Próximo, está a verlas venir: mucho hablar, pero en vano. Y eso que para las economías mediterráneas es fundamental que Egipto inicie un desarrollo sostenido, como registran muchas economías emergentes. Pero para la Europa del Norte el problema económico es secundario; lo que más les preocupa es la seguridad.

La posición de Israel es desesperada, y de ahí que sea peligrosísimo que controle la agenda de Occidente. ¿De dónde que Suleimán, jefe de la inteligencia egipcia y amigo del Mossad, sea vicepresidente y candidato de Occidente a pilotar la transición? Netanyahu cree que, por la democratización, vendrá el islamismo radical de los Hermanos Musulmanes. Más bien, es al revés. Ahora la iniciativa la llevan jóvenes occidentalizados y demócratas, que sufrirán una intensa frustración si fracasan por la inacción de Occidente. Entonces, la dirección del movimiento pasará a los mullahs radicales y será verdad que hay riesgo de una revolución islámica. Pero no es menos cierto que Israel tampoco tiene nada que ganar con una democratización “a la europea”, digamos, similar a la de la Europa oriental tras la revolución de terciopelo de 1989. Porque, de una forma u otra, los Hermanos ganarán influencia, e incluso los más moderados entre ellos (que son quienes mandan en este momento) van a ser reacios a permitir que el gobierno ayude a Israel a machacar a sus correligionarios de Hamas – los Hermanos Musulmanes palestinos – en la franja de Gaza, como el corrupto Mubarak no ha dudado en hacer desde hace años.

Un Egipto democrático vendrá a alterar el tablero geopolítico del Próximo Oriente, y de manera mucho más profunda que lo harán los cambios en países de menor envergadura, como Túnez, Jordania o incluso Siria. Si hubiera que señalar a un ganador de esta crisis, ya es, pase lo que pase, Turquía. Erdogan, primer ministro turco y líder del islamismo de su país, lleva años trabajando con los Hermanos Musulmanes, y a él hay que atribuir, en gran medida, la moderación de los islamistas egipcios, que se aprestan a seguir el paso democrático de los turcos. Fruto de la influencia turca es el bajo perfil de los Hermanos durante la crisis, y su disposición a negociar con el propio Suleimán. Pero nada volverá a ser lo que era. En este sentido, la crisis es el primer castigo, severo de verdad, que Erdogan propina a Netanyahu por el ataque a la llamada “flotilla de la libertad”, barcos bajo bandera turca que se dirigían a romper el cerco de Gaza – un servicio a los Hermanos, tanto palestinos como egipcios – y que fueron abordados por comandos israelíes, que abriendo fuego durante la acción, mataron a nueve personas e hirieron a otras muchas, a mediados del año pasado. Israel se negó a disculparse, e incluso se ha exculpado a sí misma – como no podía ser de otro modo – en una investigación interna cuyo resultado se conoció recientemente. Ahora, Ankara está demostrando que su poder es muy superior al imaginado tanto por Israel como por Occidente y que su ira merece ser temida.

Es dudoso que todos ignoraran que esta crisis iba a estallar. Probablemente, la revuelta tunecina adelantó la protesta egipcia. Ésta debía de estar preparándose para septiembre, cuando Mubarak planeaba sucederse a sí mismo en la persona de su hijo. Turquía, que no ha despegado los labios, conocía lo que se estaba cociendo. Y la seguridad egipcia, también. Tras lo visto estos días en las calles de El Cairo y Alejandría, caben pocas dudas de a quién atribuir la matanza de cristianos en una iglesia de esta última ciudad, hace pocas semanas, y con qué fin se perpetró. Felizmente, el intento de dividir a los egipcios y enfrentarlos en una guerra civil de religión fracasó.

Etiquetas:

@purgatecon

0 comentarios:

Publicar un comentario

Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]

<< Inicio