martes, 8 de febrero de 2011

La gran transformación

La opinión occidental teme, de la crisis egipcia, particularmente al ascenso de los Hermanos Musulmanes. Se está haciendo todo lo posible para bloquear su paso, incluso el convocarles a conversaciones comprometedoras con el vicepresidente y hombre fuerte del régimen, Omar Suleimán. Es un enfoque cicatero. Primero, los Hermanos Musulmanes no son mayoritarios en Egipto; segundo, llevan años siendo educados por los islamistas turcos. Ya sólo hay un punto en el que pueden resultar conflictivos para Occidente: no van a permitir que Israel machaque a sus correligionarios de Gaza (Hamás: los Hermanos Musulmanes palestinos) siempre que le venga en gana, como Mubarak y la seguridad del régimen, mandada por Suleimán, llevan facilitando desde hace años. Todo el enfoque occidental del problema depende de un solo punto: la seguridad de Israel, y empieza a estar desfasado.

Los islamistas turcos han dado suficientes pruebas de voluntad democrática; los egipcios están aprendiendo de ellos. ¿Por qué no va a haber una democracia islámica lo mismo que hay una democracia cristiana, demomusulmanes lo mismo que democristianos? Un mapa de Oriente Próximo en el que tales demomusulmanes compitan limpiamente con nacionalistas laicos, o incluso con socialistas asimilables a socialdemócratas, es perfectamente concebible. Lo mismo que es absurda la visión de Bin Laden, de un Próximo Oriente del siglo XXI en plena continuación de las Cruzadas, es inaceptable la visión de Israel como país bendecido por el “dios de los ejércitos” y en guerra permanente, abierta o latente, con sus vecinos canaaneos. Y, desde luego, ¿qué nos importa a nosotros, europeos, la fantasía norteamericana que ve a los israelíes como colonos del Oeste y a los árabes como indios salvajes a los que ir confinando en reservas?

En cambio, es perfectamente razonable un Oriente Próximo en proceso de integración económica, a imagen y semejanza de lo ocurrido en Europa, que tome por pilares fundamentales a Egipto, Israel y (quizá) Turquía, como países plenamente democráticos, con la adición de algunos socios de menor entidad, como Siria, Jordania, Líbano y el Estado palestino. Este enfoque únicamente requiere mucha perseverancia de Turquía, transformaciones más o menos profundas de los demás, y comprensión y ayuda de Occidente. Estados Unidos nunca entenderá esta manera de abordar el problema. A la Unión Europea le toca, por así decirlo, exportar una tecnología social cuya aplicación no reviste el carácter de singularidad histórica que algunos le atribuyen.

Etiquetas:

@purgatecon

0 comentarios:

Publicar un comentario

Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]

<< Inicio