viernes, 3 de junio de 2011

«Seguro que España no tendrá que ser rescatada»

Estas palabras se las he oído pronunciar al presidente del gobierno en una entrevista en Radio Nacional de España, ayer por la mañana. En breve, los mercados podrían opinar de otra forma. La prima de riesgo de nuestra deuda no ha bajado en diez días de 230 puntos básicos en el bono a diez años. Para que los lectores lo entiendan, una prima de riesgo de tal magnitud significa que el mercado secundario de nuestra deuda soberana descuenta una probabilidad del 11 por ciento de que España vaya a la bancarrota. Es una cifra relativamente baja. En el caso de Grecia, con una prima de riesgo que ha rondado el 1300 por ciento, esa probabilidad asciende al 44 por ciento. Por tanto, venimos a estar cuatro veces mejor que Grecia, o Grecia está cuatro veces peor que nosotros, porque ésa es la diferencia que va de 11 a 44. Con arreglo al mismo patrón, Irlanda está en el 33 por ciento (tres veces peor) y Portugal en el 28 por ciento (más del doble peor). Pero no hay motivos para la complacencia.

Hay dos factores que podrían alterar estas expectativas, uno externo y otro interno. El externo es el posible contagio. Por dos vías: la primera es una profundización de la crisis en los países ya afectados; la segunda, la suma de nuevos países, distintos de España. Frente a lo primero, la estrategia de la UE y la zona euro empieza a dar ciertos frutos, después de un año de infarto. Si se confirma el segundo rescate de Grecia, las señales que se envía al mercado son claras: la UE puede volver a rescatar, si hace falta, a cualquiera de las tres economías que están en la UCI, con lo que no tiene sentido especular a corto plazo con la bancarrota de ninguna. A medio plazo, el elemento dinámico es que alguna de ellas o las tres continúen empeorando. Eso podría ocurrir en el caso de Grecia, aunque parece más difícil en el caso de Irlanda; el rescate de Portugal es demasiado reciente como para formular un juicio al respecto. En todo caso, que el futuro se encargue de sus problemas. Lo que es evidente es que la UE y la zona euro van a tener que convivir bastante tiempo con tipos de interés del benchmark superiores al 10 por ciento anual para algunos de sus miembros. La esperanza es escapar de la trampa poco a poco.

Por lo que se refiere a la posibilidad de que se sumen a la crisis nuevos países, distintos de España, el principal sospechoso es Italia. Recientemente, la agencia de calificación de riesgos crediticios Standard & Poors ha puesto a la deuda soberana de Italia en «perspectiva negativa», significando que hay una probabilidad entre tres de que se tenga de degradar su calificación desde A+, donde está ahora, a algún nivel inferior. Pero estoy con Krugman – que lo manifestó hace una semana – que el riesgo de un contagio de Italia antes de que se contagie España es poco importante. Está claro que España es el «cortafuegos» que ha levantado la UE, y mientras España aguante no es probable que otros países se vean involucrados.

El factor de dinamismo interno es menos evidente; se mantiene en la penumbra, por así decirlo. En realidad, nosotros no tenemos un problema serio de deuda pública. Nuestra deuda es el 70 por ciento del PIB, y será del 80 por ciento, o poco más, tras los ejercicios presupuestarios de 2011 y 2012. Eso está por debajo de la media comunitaria. Entonces, ¿a qué tanto alboroto? El problema está en la deuda privada. Una parte de esa deuda es crédito promotor y préstamos hipotecarios para la adquisición de vivienda residencial, herencia del modelo del ladrillo. Una parte, no excesiva, en torno al 6 por ciento, de esa deuda es morosa, pero el mercado sospecha – y con razón – que el crédito difícil de recuperar es bastante superior. Si es así el sector bancario se enfrenta a un serio problema de solvencia, problema que es tanto más preocupante cuanto que ese sector está fuertemente endeudado con el resto del mundo; por encima del billón de euros, es decir, aproximadamente el 100 por cien del PIB español. Y lo que es peor, el endeudamiento exterior del sector bancario ha crecido muy rápidamente, y posiblemente lo continúa haciendo, quizá a razón del 10 por ciento cada trimestre. Al menos eso es lo que se desprende de la comparación de los datos suministrados por el Banco Internacional de Pagos, de Basilea, para el segundo y el tercer trimestres de 2010, últimos publicados.

El gobierno ha afrontado el problema obligando a una sobrecapitalización del sector bancario. Eso no está mal, pero vengo sosteniendo que, con una banca universal como la que tenemos, dada la amalgama de riesgos que le es característica, que convierte a las instituciones en verdaderas cajas negras para el mercado, eso no será suficiente. En unas semanas, habrá nuevas «pruebas de esfuerzo» para las entidades, que realizará la UE; y los resultados seguramente serán muy favorables, como lo fueron el año anterior. En mi opinión, esas pruebas no valen para nada, pues el mercado desconfía de ellas como «simulaciones de laboratorio», que es lo que realmente son. La verdadera prueba vendrá en septiembre, cuando concluya el plazo dado por el gobierno para la recapitalización bancaria. Entonces debería reducirse considerablemente la prima de riesgo de la deuda soberana española. Mucho me temo que no lo hará. Si no lo hace, entraremos en una nueva fase de la crisis. Y la UE tendrá que disponer estrategias de recapitalización, suplementarias a las de los estados miembros. El rescate será inevitable.

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@purgatecon

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