sábado, 26 de junio de 2010

Hubo imprudencia, pero también negligencia

¿Qué esperábamos? Eran un grupo de ecuatorianos, bolivianos y colombianos: eso lo dice todo. Iban de fiesta, quién sabe si no ya borrachos. Llegaron en tren a la estación. Quisieron subir por el paso elevado, pero estaba cerrado. Claro, acababa de estrenarse un novísimo paso subterráneo. El paso estaba atascado de gente. Claro, eran muchos. Algunos cometieron la imprudencia de cruzar las vías. Llegó un tren, mató a doce e hirió de diversa consideración a otros catorce. Para colmo, al día siguiente las cámaras captaron a una mujer cruzando las vías, aunque – como hacía notar la comentarista de CNN+ - esta vez sí estaban en la escena los guardias de seguridad para entregar a la transgresora a la policía con objeto de tramitar la sanción correspondiente.

Mientras aún continúa la investigación, ya se han apresurado el ministro de Trabajo y el presidente de Renfe a culpar sólo a la imprudencia. Resultaba patético contemplar al presidente afirmando que cruzar las vías está no ya prohibido, sino prohibidísimo. Como si la aplicación estricta de la ley eximiera de la sospecha de negligencia.

Las más treinta ó más personas que cruzaron las vías esa noche no eran todas imprudentes. Había imprudentes, sin duda, pero también personas que en la situación mostraron, simplemente, un comportamiento gregario. ¿Quién no se ha visto en la tesitura de seguir a quien parece tener más información que uno mismo? La imprudencia es difícil de prevenir. Los comportamientos gregarios no sólo pueden, sino que deben ser previstos. No hacerlo es negligencia.

Era cerca de la medianoche. Testigos afirman que la estación estaba medio a oscuras, si no totalmente a oscuras. Quienes ignoraban que la estación había sido recientemente remodelada se dirigieron al paso elevado, que estaba cerrado. Si era peligroso recorrerlo, y por eso estaba cerrado, ¿qué hacía ese paso todavía allí? Ya sé: hacerlo desaparecer cuesta dinero, y con la crisis... Pero estoy seguro que, de haber sabido la confusión que ese paso inútil introduciría y sus fatídicos efectos, Fomento se habría gastado ese dinero, y más, en suprimirlo. ¿Estaban lo suficientemente juntos el paso subterráneo y el elevado fuera de servicio? El alcalde de la localidad ha revelado que el accidente ocurrió a ochenta o noventa metros del paso subterráneo. ¿Igual de lejos del elevado o mucho más cerca?, pregunto yo. A oscuras o casi, ese paso innecesario pudo haber inducido a quienes ignoraban que la estación había sido recientemente remodelada a pensar que la única forma de pasar al otro lado era cruzar las vías. Eso es lo que la investigación judicial debe esclarecer.

De momento, las autoridades juran y perjuran que la estación cumplía con el reglamento. ¿Dice el reglamento que las medidas de seguridad no tienen por qué extremarse cuando se espera una aglomeración de viajeros, como se esperaba la Noche de San Juan? ¿Dice que tiene que haber guardias a plena luz del día, cuando los pueden filmar en plena acción para escarnio de las víctimas, y que en cambio no tenían que estar la noche anterior, cuando ocurrió la tragedia?

Me temo que urge pedir disculpas a las víctimas y arbitrar una generosa indemnización de inmediato, mal que pese por la crisis.

Nota: Las opiniones vertidas en esta entrada fueron objeto de rectificación posterior, concretamente en una entrada del 22/07/2010.

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@purgatecon

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