lunes, 31 de mayo de 2010

Escasea el crédito. ¿Por qué?

La escasez de crédito en España tiene un origen claro: el exceso de endeudamiento de familias y empresas. Ahora bien, muy poca gente parece entender de dónde viene este exceso de endeudamiento. Muchos se apuntan a la teoría de que los españoles hemos estado viviendo por encima de nuestras posibilidades durante años. Una idea muy conveniente para quienes quieren convencernos de que tenemos que ser más pobres, y actuar consecuentemente con ello, para salir de la crisis.

Siempre que alguien sugiere que tengo que hacerme a la idea de ser más pobre, temo que me robe o me haya robado ya la cartera. Es una idea que no se sostiene, y hace falta ser especialmente tonto para creérsela. Uno puede vivir por encima de sus posibilidades cuando alguien le subvenciona. A nosotros nos ha subvencionado la Unión Europea, mediante fondos estructurales y otras ayudas: unos 210.000 millones de euros entre 1989 y 2006, 12.000 millones al año de promedio, menos del 2 por ciento del PIB en el mejor de los años. Eso es lo que hemos perdido. No explica ni de lejos nuestros problemas.

¿Cómo nos hemos endeudado tanto, entonces? No nos endeudado por vivir por encima de nuestras posibilidades, sino por invertir en lo que nunca podremos rentabilizar; fundamentalmente, en vivienda. Ahora ha corrido la cifra de 150.000 millones de créditos de difícil cobro que gravita a corto plazo sobre la solvencia de la banca. ¿Qué es esto? Hay, según estimaciones, un parque de 700.000 viviendas puestas a la venta pero invendibles. A un crédito medio ligeramente superior a 200.000 euros por vivienda, resultan los 150.000 millones de euros. Eso es el 15 por ciento del PIB

Pero eso es sólo el parque de viviendas puestas a la venta. ¿Cuál es el volumen de viviendas de alquiler que van a estar permanentemente subocupadas, sobre todo en la costa de Levante, mientras no salgamos de la crisis o incluso después? Se habla de un billón de euros. Eso es casi el 100 por cien del PIB. Así se explica fácilmente la práctica totalidad de nuestro endeudamiento privado. Mientras todas esas viviendas no se amorticen – y se amortizan muy lentamente, pueden creerme – la economía española no será capaz de generar recursos para renovar la oferta de crédito al sector privado. En la financiación de las viviendas, está enganchado el sistema bancario. En el “disfrute” de la inversión estamos empantanados todos.

¿Vivir peor resuelve algo? Bueno, permite reducir el apalancamiento algo más deprisa. Pero el problema no es el largo plazo. La solución natural pasa por una reducción drástica del precio de la vivienda, no en el 30 por ciento que se dice que ha ocurrido ya, sino en mucho más. ¿Hasta dónde? Hasta que resulte tan barata que el resto del mundo vuelva a invertir en ella, se subrogue en las hipotecas y nos libere anticipadamente de la deuda.

Durante el debate en la Facultad de Económicas de la Complutense, el pasado día 20, se insinuó que el modelo del ladrillo tenía su origen en la mala calidad del mercado laboral español. Esto es coger el rábano por las hojas. Más acertado estuvo José Manuel Campa, secretario de Estado de Economía hace un año, cuando sugirió que el modelo de ladrillo y turismo es nuestro destino. La solución natural es especializarnos en sol y playa, que es lo que tenemos, lo mismo que otros tienen petróleo o una mano de obra frugal y laboriosa. Lo único que tenemos que encontrar es un nivel de precios que sea competitivo.

¿Dónde está el riesgo? Si los precios de la inversión residencial caen demasiado deprisa, los impagados hipotecarios aumentarán. Los bancos se harán con un parque de viviendas cada vez mayor, y cada vez menos valioso. La crisis bancaria está, así pues, como se suele decir, servida. Por eso, frenando la salida de su parque de viviendas al mercado, el sistema bancario hace lo posible para impedir la caída de precios. Impedirla es también la prioridad de todos.

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@purgatecon

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