domingo, 21 de febrero de 2010

Las razones de un cambio

Hasta ahora, este blog se ha llamado de forma distinta: “Ningún almuerzo es gratis”. Hace una semana, un amigo me advirtió de que hay otro blog con nombre parecido: “Nada es gratis”. Comprobé que es cierto. Mala suerte. Mi nombre es apreciablemente mejor. “Nada es gratis” no pasa de ser una trivialidad, y además poco divertida. En cambio, “Ningún almuerzo es gratis” es una traducción bastante fiel del refrán inglés “There ain’t such a thing as a free lunch” o “There is no such a thing as a free lunch”, un dicho que tiene larga tradición en el pensamiento económico. Milton Friedman utilizó la segunda forma para titular uno de sus libros. La frase aparece en numerosos libros de texto y hay quien considera que es el núcleo del pensamiento económico.

En consecuencia, me he resistido varios días a valorar siquiera la posibilidad de un cambio. Pero hay dos razones de peso para reconsiderar esta actitud. La primera es que, pese a todo, hay demasiada proximidad semántica entre ambos nombres. Dado que el de ellos es anterior, podría parecer que simplemente trato de diferenciar mi producto del suyo. Nada más lejos de mi intención.

La segunda razón es más fundamental. Las vueltas que le he dado al asunto me han ayudado a comprender que “Ningún almuerzo es gratis” refleja muy pobremente mis ideas sobre la crisis. Y éste es, eminentemente, un blog sobre la crisis. En realidad, mis ideas ahora tienen muy poco que ver con las de Friedman. En general, soy bastante crítico con la definición convencional de economía en los términos de Lionel Robbins, como ciencia que trata de la asignación de recursos escasos susceptibles de usos alternativos. Tengo la convicción de que ésta es una crisis de insuficiencia de demanda efectiva. Es como si el sistema económico se hubiera vuelto loco. Los recursos no son escasos; más bien al contrario, son superabundantes en cierto sentido, y aún así no se los puede emplear. Por tanto, existe la posibilidad de que haya almuerzos gratis, a condición de encontrar los recursos necesarios entre los que están ociosos y de movilizarlos oportunamente.

Una vez decidido el cambio de nombre, había que elegir el recambio. He optado por un título inspirado en Paul Krugman, a saber, “Purgatorio económico”. Eso sí define, con bastante claridad, a mi juicio, la situación en que el capitalismo se encuentra. En esa situación, la tarea fundamental estriba, por ahora, en evitar que el purgatorio se convierta en infierno económico. Como ha dicho el propio Krugman, en ir a peor lo más despacio posible.

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@purgatecon

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