martes, 4 de enero de 2011

Ludopatía colectiva

Dado un nivel de ahorro planeado, las pérdidas de capital o minusvalías reducen el volumen del ahorro agregado. Los individuos pueden continuar ahorrando lo mismo, o incluso más, pero la sociedad en su conjunto ahorra menos que antes de sufrirlas. Como consecuencia, hay menos recursos para financiar la inversión. Pero mucho más importante, y potencialmente más dañino, es la actitud de los individuos y la sociedad ante las pérdidas. La burbuja de los tulipanes en la Holanda de principios del siglo XVII, al estallar, causó unas pérdidas enormes. Sin embargo, sus efectos fueron casi imperceptibles en el largo plazo porque la inflación de bulbos de tulipán no tenía salida; ni siquiera se los podía comer. Rápidamente, cayeron de precio hasta que las familias más pobres pudieron llenar sus jardines de ellos. Hubo mucha gente que se arruinó, pero el ahorro y el trabajo pudieron dedicarse a otra cosa.

Muy diferente es la burbuja inmobiliaria en la España de principios del siglo XXI. La inflación de viviendas no ha generado una caída de los precios que permita hasta a las familias más pobres tener la suya sin hipotecas. Los bancos se resisten a esa caída de precios porque suponen que los arruinaría, y los poderes públicos les asisten porque tampoco quieren ver arruinada a la clase media, que ha invertido sus ahorros en activos inmobiliarios. Pero lo peor ni siquiera es eso. Lo peor es que hay cientos de miles de viviendas sin terminar, en urbanizaciones de las que se ha vendido muy poco o nada. Y los promotores, cogidos mediante avales por los bancos, siguen invirtiendo en terminarlas, con la obvia esperanza de venderlas y salir de la trampa, pero sin querer ver que invierten en algo que ni tiene valor, ni lo tendrá en un futuro previsible, suficiente como para justificar el dinero que se sigue enterrando en ello.

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@purgatecon

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