lunes, 17 de mayo de 2010

Dimensión global de la crisis de deuda europea

La noche del viernes – día aciago para la economía y la justicia españolas – fui entrevistado en directo por Radio Mitre, una emisora de Buenos Aires. Me preguntaron por los recientes recortes de gasto público y las expectativas económicas de España. La última pregunta se refirió a la marcha del euro. Respondí que no me parecía preocupante, y lo argumenté. Tras darme las gracias y despedirse, el locutor continuó hablando a su audiencia; se olvidaron de cortar la comunicación y escuché su comentario: “Acaban de escuchar al Dr. Enrique Viaña, profesor de universidad español. Dice que no le preocupa la depreciación del euro. A nosotros sí; un porcentaje considerable de nuestras exportaciones se dirige hacia allá, y la depreciación del euro las encarece”.

En ese momento, percibí con notable claridad la dimensión global de la crisis de la deuda europea. El batacazo de los mercados el viernes apenas tiene importancia. Al parecer, estuvo provocado por rumores de que el Banco Central Europeo podría estar dando marcha atrás en la promesa de adquirir deuda soberana de los países miembros, ante la ya (casi) evidencia de que algunos de éstos crecerán y recaudarán aun menos tras la reversión de los estímulos fiscales. Pero el BCE no tendrá más remedio que continuar con esas compras, o el euro y el propio BCE saltarán hechos pedazos.

Ahora bien, conforme el BCE vaya comprando deuda pero – como es previsible – con menor intensidad de lo deseado por los inversores que quieran desprenderse de ella, el euro continuará cayendo. La expectativa de pérdidas de capital en todas las inversiones nominadas en euros, que la depreciación de la moneda común comporta, tendrá como seguro efecto una huida de capitales extraeuropeos del mercado común. Lo cual, a su vez, provocará tensiones de liquidez en los bancos de la eurozona, por los movimientos de saldos bancarios en euros de unos países a otros. (Uno de los posibles resultados de este proceso podría estar siendo un fortalecimiento de los bancos alemanes a costa de los bancos del sur de Europa).

Con todo, o el BCE afloja las tensiones de liquidez sobre el conjunto de la zona euro, o nuevamente llegamos al colapso de la misma. Y si afloja las tensiones, lo cual equivaldrá a que las compras de deuda se conviertan en instrumento de regulación monetaria (algo que todavía rehúsa hacer), la caída del euro será en picado. La eurozona quedará prácticamente aislada de los mercados globales, y convertida en un mercado dotado de altísima protección cambiara. Cualquiera que sea el juicio que esto merezca a escala local, es claro que resulta pésimo a escala global.

Antes de llegar a este punto, habría que acordar un nuevo patrón internacional de cambios, toda vez que el actual, pactado en 1978 como reforma del sistema de Bretón Woods (1944), ha dejado de ser funcional a la estabilidad del sistema.

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@purgatecon

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