viernes, 14 de mayo de 2010

Todavía queda mucho partido

Se confirma la ruptura de la ‘tenue alianza’ entre gobierno y sindicatos, planteada como incógnita en la entrada de ayer. La convocatoria de huelga en la función pública, para el 2 de junio, con posible ampliación a huelga general posteriormente, puede considerarse una respuesta ritual a los recortes de gasto anunciados ayer, pero no oculta la gravedad de su previsible impacto sobre la fluidez de comunicación y hasta la cordialidad entre las dos partes. Creo que el asunto merece una reflexión preliminar, todo lo provisional y sujeta a revisión que se quiera, pero imprescindible en este momento.

La mención de una posible huelga general es innecesaria. La población, en general, no ve con malos ojos que se recorte el sueldo de los funcionarios. Después de todo, no están expuestos al desempleo y corren innumerables chistes sobre su falta de dedicación; injustos, por lo que respecta a la mayoría de los funcionarios, pero corren. En cuanto a la congelación de las pensiones, su efecto será tanto menos dañino cuanto menor sea la inflación, que probablemente será muy baja, si es que positiva, a fin de año, con las tensiones deflacionistas que llevamos acumuladas y que seguramente se acrecentarán en el segundo semestre, dadas las medidas en curso. Y no creo que muchos vayan a la huelga por el cheque-bebé.

Me temo que los sindicatos, esta vez, se han dejado llevar por consideraciones de principio, como el rechazo a “recibir órdenes de los mercados, que nos metieron en la crisis”. Esas consideraciones son altamente relevantes en el debate dentro de la sociedad, pero el momento reclama más pragmatismo que fidelidad a los principios. Pragmatismo habría sido negociar el recorte con el gobierno, a cambio de una proporcional reducción de jornada. De esa forma, se habría dado fuerza legal a lo que ya es vox populi entre los funcionarios: que, a partir del recorte salarial, las horas van a ser de 57 minutos.

Mediante una inteligente negociación colectiva, formal o informal (como sugiero en este caso), los sindicatos tienen la responsabilidad de evitar estas roturas de la disciplina cívica, que no harán sino ampliar la brecha entre los funcionarios y el resto de la sociedad y, por tanto, debilitarán a los propios sindicatos aún más. Hay que ver las medidas de recorte como un retroceso del Estado de bienestar frente a los mercados, sí. Pero las noticias que llegan de Estados Unidos, sobre la reforma financiera, muestran que aún queda mucho partido por jugar, y que hay que jugarlo de forma coordinada a ambos lados del Atlántico. Fundamental es conservar las fuerzas intactas y aumentarlas en lo posible, en vez de desperdiciarlas en demostraciones de enfado esporádicas y sin perspectivas de éxito.

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@purgatecon

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