jueves, 10 de marzo de 2011

Prostitución

Tiendo a ser partidario de la libertad en asuntos económicos. Es un sesgo que da la profesión. Ni siquiera lo soy porque crea que eso nos llevará al mejor de los mundos posibles, sino porque me parece la única forma eficaz de evitar los peores. Así, por ejemplo, creo que las drogas y la prostitución deberían ser legales; es la única forma de evitar su control por las mafias.

Pero es un hecho que la sociedad no aprueba su legalización. Por tanto, hay que partir de ese hecho. Una vez aceptado, la cuestión pasa a ser la protección de la mujer, a la que hay que considerar la verdadera víctima de ese tráfico; por lo menos, las mujeres son víctimas en su mayor parte. La legislación española persigue a la organización mafiosa que trafica con mujeres, la hace inmigrar ilegalmente con el engaño de un trabajo decente y legal, les cobra un precio abusivo por entrar y residir en el país sin papeles, las trata como verdaderas esclavas que han de prestar sus servicios sexuales en condiciones infrahumanas para comprar su libertad, y las chantajea con la situación irregular que ha creado para ellas y las amenaza con represalias sobre ellas y sus familias, para que se comporten dócilmente. Se persigue a esa organización, y es justo hacerlo.

Pero hay otra asignatura que nuestra sociedad no consigue aprobar, y es el rechazo social de los servicios que ofrece la organización mafiosa. La sociedad es negligentemente tolerante con el hombre que busca placer en la servidumbre de un semejante; se ve como una muestra de hombría, cuando en realidad es una forma de participar y financiar la perpetuación de esa condición esclavizada. Algunas sociedades, igual de opuestas a la legalización de la prostitución, han conseguido ser mucho más consecuentes en sus intentos de erradicarla. Con arreglo a muchas legislaciones estatales en Estados Unidos, también se persigue al varón que busca servicios sexuales a cambio de dinero. Ofrecer dinero a una mujer es un delito que hace a muchos sufrir cuantiosas multas y, en caso de reincidencia, dar con sus huesos en la cárcel. Por aquí deberíamos considerar la oportunidad de una legislación semejante. Creo que es una buena reflexión para esta semana en que se celebra el día mundial de la mujer.

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@purgatecon

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