Empieza la puja por la presidencia del Banco Central Europeo
Tras quedar vacante la candidatura oficial a suceder a Jean-Claude Trichet el próximo 31 de octubre, al dimitir el alemán Axel Weber, presidente del Busdesbank hasta las 24:00 horas de mañana (un año antes de lo previsto), por diferencias con Angela Merkel acerca de la conveniencia de los rescates financieros de países de la periferia europea, se ha abierto intempestivamente la carrera hacia el sillón en cuestión al avanzar Sarkozy y Berlusconi el nombre de Mario Draghi, actual gobernador del Banco de Italia. Digo «intempestivamente» porque Merkel había anunciado su buena disposición a negociar el candidato oficial con Sarkozy, lo que correspondería a los buenos usos y costumbres del eje franco-alemán, que parece regir los destinos de la Unión Europea y, con mayor razón, los de la Eurozona. Aparentemente, en cambio, Francia se ha puesto primero de acuerdo con Italia y pretende poner a Alemania ante hechos consumados. España suele ser imprudente en estos asuntos. Recuérdese el patinazo de Trinidad Jiménez diciendo, en respuesta al acuerdo franco-italiano de reformar el tratado de Schengen, que estamos muy satisfechos con él, por lo que no vemos por qué habría que reformarlo, dado lo bien que ha funcionado; para encontrarnos sólo horas después con la declaración alemana de que también quiere reformarlo, sólo que por otro procedimiento, lo que evidencia lo poco que contamos en la UE. Ya hemos manifestado, por boca de la ministra Salgado, que Draghi es «un excelente candidato» a la presidencia del BCE. Me parece, como digo, que en estos asuntos habría que ser más prudente.
Un portavoz de la canciller ha declarado que no habrá candidato sin el acuerdo de Alemania, lo que es una forma de decir, bastante claramente, que no apoya a Draghi, de momento. O Merkel tiene otro nombre en la cabeza, o está «en el ajo» con Sarkozy desde el principio y le ha dejado hacer el paripé con Berlusconi por razones de política doméstica. La opinión alemana, en efecto, se muestra cada vez más reacia a seguir poniendo dinero para rescatar financieramente a países que carecen de ética fiscal – en su concepto, y también en el mío – y que, pese a toda ayuda, no terminan de salir de apuros porque su verdadero problema es que no tienen noción de lo que es disciplina económica. Si eso es así, un italiano, proveniente por tanto de uno de los países periféricos, quizá el menos problemático pero problemático a fin de cuentas (la prima de riesgo de Italia se mueve estos días con los demás países de la periferia, incluida España, alejándose del rendimiento del bono alemán), no sería el mejor candidato. Merkel sospecha que la explicación del fracaso de su partido en las recientes elecciones regionales de Baden-Württemberg estriba, precisamente, en el descontento popular ante la marcha de los asuntos financieros de la Unión Europea, y no está dispuesta a continuar perdiendo votos por ese motivo. En tal caso, la canciller estaría haciendo una comedia para aparentar que se ve obligada por los demás miembros de la zona euro. Es sobre esta hipótesis que uno puede entender la precipitación de Salgado (¿estará también ella «en el ajo»?) y la misma posición adoptada por Jean-Claude Junker, presidente del Eurogrupo o reunión de los ministros de Finanzas de los 17 países que pertenecen a la zona euro. De momento, el ministro de Finanzas eslovaco ha dicho que no tiene nada que objetar. Y todos los demás permanecen callados. Lo que no me cuadra de esta hipótesis – y de ahí que califique de imprudente la prontitud con la que España se ha pronunciado – es que Merkel prepare la escena como para aparecer siendo obligada a algo, aunque sea por consenso de los otros 16 países. ¿Ella, la canciller de hierro? Aquí hay gato encerrado.
La rápida aprobación de Junker al plan franco-italiano también escama. Otro candidato sería Ives Mersch, casualmente luxemburgués, como el propio Junker. Que Junker apoye con entusiasmo al candidato de Sarkozy, visto como una liebre a la que tumbarán antes de llegar a meta, podría no ser más que una manera bastante astuta de ganar el apoyo de Sarkozy para el candidato del propio Junker cuando el italiano, que se ha destapado demasiado pronto, ya no esté en escena. Quizá el mismo Sarkozy ha previsto el rechazo de su propuesta por Merkel, pero la ha hecho para obtener algo en compensación, toda vez que, al ser francés el presidente saliente, ya no puede volverlo a ser el entrante. En ese caso, España se quedará de nuevo, como suele decirse, y empieza a ser costumbre, «con el culo al aire».
Y todavía podría ser peor la cosa. A lo peor, Merkel ya tiene decidido que terminará aceptando a Draghi. Después de todo, es un economista formado en el prestigioso Massachusetts Institute of Technology (MIT), de Boston, y que trabajó para Goldman Sachs antes de gobernar el Banco de Italia; un excelente representante de la tecnocracia, en definitiva. Pero puede pretender aprovechar la coyuntura para apretarnos a base de bien las tuercas, a nosotros, España, en particular. Vamos, que nuestro entusiasmo por Draghi podemos acabar teniéndolo que pagar con sangre, sudor y lágrimas. La forma de entrar Salgado al trapo, como un Mihura, le proporciona a Merkel una ocasión de oro para intentarlo. Claro que con el gusto de algunos en nuestro gobierno por hacer sangre, poner la gente a sudar y provocar lágrimas sin que les tiemble la mano, puede que no sean, Merkel y ellos, más que un roto para un descosido.
Etiquetas: Banco Central Europeo, gobierno, Unión Europea
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