martes, 26 de abril de 2011

Buena marcha del turismo: alivio a corto plazo, preocupación a largo

Resulta que el turismo está creciendo a buen ritmo. No tanto por los residentes como por los no residentes, cuyas visitas han aumentado en enero-marzo un 9% sobre el mismo trimestre del año pasado. También los precios han caído, con lo que la repercusión del dato anterior sobre los ingresos por turismo todavía son desconocidos. Veremos. En todo caso, es oportuna una reflexión sobre el asunto, dentro de la complejidad de nuestros problemas socioeconómicos – fundamentalmente, el paro – y financieros, o sea, la deuda.

No cabe la menor duda de que en cualquier estrategia a largo plazo de salida de la crisis, el turismo tiene que desempeñar un papel protagonista. El turismo es nuestra exportación más importante; lo único peculiar en ella es que los importadores viene aquí a por el producto en vez de tener nosotros que enviárselo a ellos. Es una exportación enormemente económica, porque los gastos de transporte corren a cargo del comprador en vez del vendedor, como suele ser habitual. El problema es que el ladrillo ha puesto una hipoteca sobre el turismo, como la ha puesto sobre la economía española en general. Se puede decir, sin temor a equivocarse, que la misma burbuja inmobiliaria que nos tiene permanentemente al borde de la ruina ha degradado nuestro medio ambiente, sobre todo en las costas, destruyendo por completo el paisaje natural en muchos lugares y sustituyéndolo por malas copias de la «Gran Manzana». Esa destrucción sistemática del entorno natural de nuestras costas ha hecho muchas grandes fortunas en España, y ha contado con los parabienes y la complicidad, realmente culpable en muchos casos, de la clase política, en todos los niveles de la administración pública: local, autonómica y estatal. Para evitar la mayor parte de la burbuja inmobiliaria, hubiera bastado con que los poderes públicos cumplieran con sus obligaciones para con el medio ambiente, que, salvo raras excepciones, no han cumplido en ninguna parte. En este sentido, la clase política de todos, absolutamente todos los partidos con responsabilidades de gobierno, es tan culpable como los especuladores inmobiliarios, cuando no ha fomentado directamente la especulación inmobiliaria como fuente de ingresos alternativa a los impuestos. Digámoslo claramente: ha habido burbuja inmobiliaria porque se prefería eso a una imposición mayor. Y, por esa razón, el déficit ha sido doble en España: primero, porque la recaudación ha caído como consecuencia del descenso en el nivel de actividad económica en general; y segundo, porque la participación de los poderes públicos en las plusvalías inmobiliarias se ha evaporado con las plusvalías mismas. Todavía no he escuchado a ningún partido político hablar de este asunto, y mucho menos sacar las debidas conclusiones.

Ahora, el turismo se reactiva. Bienvenida sea esa reactivación. Pero muy pronto, si las cosas siguen yendo bien, volveremos a escuchar la vieja cantinela del «turismo de alpargata» y lo deseable que sería cambiarlo por un «turismo de yate y campo de golf». Dejando a un lado si esto último es verdaderamente deseable o no, lo que está claro es que el exceso de construcción de nuestro país dificulta seriamente cualquier cambio de modelo en el desarrollo turístico. Estamos condenados a un turismo de masas – inevitablemente más próximo del «turismo de alpargata» que del «turismo de yate y campo de golf» – por la sencilla razón de que tenemos demasiados apartamentos y demasiadas habitaciones de hotel que llenar como para andarnos con remilgos.

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@purgatecon

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