jueves, 18 de marzo de 2010

Aguirre, o la cólera de Dior



Ya lo ha dicho la presidenta de la Comunidad de Madrid. En política, no es lo mismo llevar tacones que no llevarlos. Tacones mandan. Debía llevarlos el día en que llamó a los ciudadanos a la rebelión contra la proyectada subida del IVA. Obediente, el partido de Aguirre la ha secundado.

Están claras las razones – o mejor, sinrazones – del Partido Popular en este enredo. Primero, la doctrina Rajoy de que el PP tiene que aferrarse a un clavo ardiendo, como éste, si es menester, con tal de no mostrar sus cartas al electorado; todo, para ganar – o habría que decir, perder – tiempo hasta las próximas generales, que supuestamente le entregarán el poder como fruta madura. Segundo, el miedo a perder votos en Madrid, donde el descontento por el rumbo del Estado de las Autonomías crece más deprisa de lo que marchan los ritmos políticos en el resto del país. Tercero, oportunismo político: no deja de ser llamativo que, después de meses de pedirle al gobierno que gobernara, cuando éste gobierna, el PP se emplea a fondo para impedirle que lo haga. Llamativo, como digo.

Los motivos de Aguirre son más oscuros. Para ella, la subida del IVA es una excusa tan buena como otra cualquiera para la algarada mediática que ha montado; ahora se trata de llevarla a la calle. Su doctrina la impartió el 2 de mayo de 2008, en la conmemoración del bicentenario del levantamiento de Madrid contra los franceses. Aquellos acontecimientos supusieron, según ella, la fundación de la Nación Española, así, con mayúsculas. Antes, podía haber Españas, o incluso España, pero no Nación Española. Pero el 2 de mayo de hace poco más de dos siglos Madrid se rebeló contra el odioso opresor, y las demás Españas (lo mismo Andalucía en Bailén que Aragón en Zaragoza y Cataluña en Gerona), siguiendo su ejemplo, pusieron en jaque a los franceses hasta expulsarlos del suelo patrio, y así es como nació, presuntamente, la Nación Española. ¿Acaso no es también Zapatero un opresor de España, tan odioso como Napoleón? Si Madrid se rebela ahora, España seguirá su ejemplo de nuevo. O eso quiere creer la lideresa. Estamos nada menos que ante una línea estratégica que pretende el inicio de una nueva era, una refundación de la Nación; un punto de no retorno, en todo caso, llamado a poner fin a los excesos autonómicos y a restablecer el protagonismo centrípeto de la capital en los asuntos del Estado, protagonismo ahora ostentado por la problemáticas centrífugas del País Vasco y, sobre todo, Cataluña, con la esperada sentencia del Constitucional sobre el Estatut, los referendos municipales sobre la autodeterminación y el debate sobre los toros.

Está por ver adónde llevarán a Esperanza sus apresurados cálculos. Quizá cuenta con un Madrid encanallado, como el que se amotinó contra Esquilache porque les prohibió ir embozados por la calle, y que es prácticamente el mismo que dejó ir indiferente a sus reyes para luego, en un arrebato de sensiblería más que otra cosa, amotinarse contra los franceses al grito de que se llevaban a los niños. Pero ha llovido mucho desde entonces. Es improbable que el Madrid que se ganó la admiración del mundo resistiendo durante tres años el asedio de los ejércitos de Franco al grito de ‘no pasarán’, vaya ahora a secundar a Espe. Incluso es discutible que una parte importante del Madrid que salió a la calle en defensa de la Constitución y contra el golpe de Estado del 23-F, o que paró casi hasta el último centro de trabajo el 14-D, le ría ahora las gracias.

Pero lo peor, para Esperanza Aguirre, no es eso. Lo peor es que ya no cuenta con mozos dispuestos a matar y dejarse matar, navaja en mano, por un quítame allá esas pajas; ni con Daoíz, Velarde y el teniente Ruíz; ni tampoco con aquellas recias matronas que se metían con un cuchillo de cocina debajo de los corceles de los mamelucos para rajarles las entrañas. No; ahora las huestes de Aguirre reúnen a nostálgicos del franquismo, ya jubilados o casi; a pequeños empresarios y autopatronos agobiados, que, viendo peligrar su posición social con la crisis, se dejan arrastrar por el vértigo de la “cacerolada”; y, en fin, a jóvenes generaciones de lo más fashion, algunas de cuyas más aguerridas militantes, émulas de la lideresa, acaso serían capaces de descalzarse un zapato de aguja y sacarte un ojo a taconazos.

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@purgatecon

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