Tormentos del purgatorio
El purgatorio es un lugar donde se sufre. No es mejor que el infierno salvo en el detalle de que hay lugar a la esperanza: no es eterno. Ahora bien, parte del sufrimiento en el purgatorio económico proviene de la falta de solución a la crisis; por lo menos, solución que pueda vislumbrarse efectiva a corto plazo. Así, la esperanza de salir es verdadera esperanza – en sentido religioso, si se quiere – y no expectativa racional de salida. Otra parte del sufrimiento proviene de que cada cual tiene su propia opinión sobre lo que hay que hacer, pero, nos pongamos como nos pongamos, tenemos que salir de la crisis todos juntos, como sociedad. Por esta razón, se suceden interminables debates, a veces particularmente agrios, acerca de lo que sería más conveniente hacer; debates en los que cada cual tiende a afirmar que sus propuestas son las únicas y que las de los demás conducen directamente al desastre, o sea, al infierno. Éste, como digo, es el estado de ánimo colectivo que podría considerarse “normal” en el purgatorio económico.
Aparte de sufrimientos imaginarios, hay sufrimiento real. Eso es, propiamente hablando, lo que cabe llamar “tormentos del purgatorio económico”. Se concretan en actuaciones como las siguientes. Nadie quiere pagar más impuestos, pero se termina pagándolos; el gobierno empezó diciendo que no habría reforma laboral, pero acaba de decir que la habrá en abril; pocos quieren retrasar la edad de jubilación, pero se terminará retrasándola; hay protestas airadas (entre ellas la mía: aquí) cuando se habla de recortar salarios, pero hasta Krugman dice que hay que recortarlos; Zapatero jura y perjura que no tocará los gastos sociales, pero dos años pueden ser un periodo casi eterno cuando la crisis arrecia.
Si el lector me perdona la inmodestia, lo más inteligente sería posponer la mayor parte posible de los sufrimientos a la época en que la economía esté en franca expansión, como propongo en “Una política monetaria y financiera alternativa” (púlsese el vínculo más arriba); es la estrategia de ir a peor lo más despacio posible. Pero hoy manda la ortodoxia financiera – una forma de ignorar el pasado como otra cualquiera – y la ortodoxia financiera dice que hay que sufrir, sufrir mucho, y sufrir ahora. Forma parte de una cultura de raíces protestantes y moral rigorista, puritana y por momentos auto flageladora, que tampoco es la nuestra. La tenemos instalada aquí – vean ustedes que no en Italia, por ejemplo – … ¿por qué razón? Dejo al lector la tarea de adivinarlo.
Para que el lector se forme una idea clara de lo que significa la ortodoxia financiera en punto a lo que tiene que padecer la sociedad en el purgatorio económico, propongo la imagen del tormento de la garrucha (artículo de Wikipedia aquí).
La mejor descripción de sus efectos la encontramos al final del capítulo 43 de la primera parte de El Quijote:
“…se desviaron los juntos pies de don Quijote, y, resbalando de la silla, dieran con él en el suelo, a no quedar colgado del brazo: cosa que le causó tanto dolor que creyó o que la muñeca le cortaban, o que el brazo se le arrancaba; porque él quedó tan cerca del suelo que con los estremos de las puntas de los pies besaba la tierra, que era en su perjuicio, porque, como sentía lo poco que le faltaba para poner las plantas en la tierra, fatigábase y estirábase cuanto podía por alcanzar al suelo: bien así como los que están en el tormento de la garrucha, puestos a toca, no toca, que ellos mesmos son causa de acrecentar su dolor, con el ahínco que ponen en estirarse, engañados de la esperanza que se les representa, que con poco más que se estiren llegarán al suelo.”
Etiquetas: filosofía económica, políticas económicas
3 comentarios:
Es una prueba
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Isidro, amigo, ¡qué alegría tenerte por aquí!
Pero tu comentario es pelín críptico, ¿no?
Es una prueba ¿en plan de evidencia? Es una prueba ¿que tenemos que superar? Es una prueba ¿como de sastre? Es una prueba ¿de un producto, para ver si a uno le gusta? Es una prueba ¿para ver cómo funciona?
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