miércoles, 24 de marzo de 2010

Ideas

La semana pasada murió, a la edad de 82 años, José Vidal Beneyto, Pepín para los amigos, eminente profesor de ciencia política, integrante a título personal de la Junta Democrática y después de la Coordinadora de Organizaciones Democráticas, llamada “Platajunta”; fundador del diario El País y asesor permanente de las Comunidades Europeas. Ambos fuimos miembros (el mucho más destacado que yo, naturalmente) de la Fundación Europea de la Cultura, aunque en épocas distintas, y no le conocí hasta 1994 ó 1995, en una de las dos ocasiones en que los socialistas portugueses me invitaron a la escuela de verano que organizan todos los años en el espléndido paraje de Sintra. Había leído muchas de sus colaboraciones en el diario a que he hecho mención, pero en persona daba aun más la imagen de idealista, en el mejor sentido de la palabra.

Me sorprendió, sobre todo, la dureza de su juicio sobre la Unión Europea, a la que prácticamente acusaba de traicionar su misión histórica. Confieso con pesar que no lo valoré en su justa medida entonces, aunque estábamos bastante de acuerdo en cuanto los hechos. En mi comunicación aquella vez, afirmé que el sentido actual de la UE es constituir un poder externo a los estados nacionales, capaz de imponer a éstos políticas liberalizadoras que sus gobiernos no se atreverían a emprender de motu propio por excesivamente impopulares. A mí, economista a fin de cuentas, esto me parecía en esa época un rasgo digno de elogio.

No volví a verle hasta hace poco más de un año, en el acto fundacional de lo que él quiso llamar “Cooperativa de ideas Walter Benjamin”. Había allí una veintena de personalidades, algunas de la universidad de hoy; otras, viejas glorias de las vanguardias políticas de los años sesenta y setenta, y algunos representantes de medios de comunicación. Pepín era conocido como hombre proclive a emprender iniciativas, sin descanso. Aquélla fue posiblemente la última, y ahora veo con claridad que su legado.

El nombre no es casual. Walter Benjamin fue el más singular de esa singular corriente de pensamiento denominada Escuela de Sociología Crítica de Frankfurt. Uno de los aspectos más interesantes de la aportación benjaminiana es la teoría de que el presente no se redime mientras no recupere plenamente la memoria de los muertos. Como judío, Benjamin se refería al holocausto nazi, y su teoría tuvo una influencia nada desdeñable en mantener viva la memoria del horror, que gracias entre otras a esa influencia forma parte de nuestro presente.

Nada de eso se habló hace un año, por descontado. Pero quizá Pepín sentía ya próxima la muerte e ideó la fabulación de una Cooperativa de Ideas de tal nombre para cargarnos a los presentes con la tarea de recuperar plenamente su memoria haciendo lo imposible, si fuera necesario, por rescatar del olvido y trabajar el proyecto que allí nos propuso. Era la postrera intuición de un anciano que conoció la mayor parte del siglo XX, acerca del rumbo que puede seguir el mundo en el XXI.

Aunque al principio aquella reunión me pareció extraña, con el paso del tiempo debo confesar que fue inspirador oír aquella colección de autores (entre ellos, Daniel Bensaid, también desaparecido hace pocas semanas) y de problemáticas intelectuales, una parte de los cuales me resultaban desconocidos o bien conocía distorsionadamente, y otra me devolvía a épocas anteriores de mi vida. Desde entonces, he leído bastante acerca de la problemática central de aquel encuentro - la multitud - y emborronado buen número de páginas con la esperanza de que se nos convocara a una segunda reunión, convocatoria que nunca llegó.

Pero no ha sido trabajo en balde. Hoy creo que no es posible entender a fondo los mercados – de los que hablaba ayer – y su crisis sin concebirlos como institución global a través de la que se expresa, globalmente también, una multitud, la multitud de quienes disponen de un capital (suyo o bajo su administración) y lo mueven para sacarle un rendimiento aprovechando las oportunidades y corriendo los riesgos aparejados a la demanda, igualmente global, de capital. Quizá no por casualidad, es en Estados Unidos donde se ha entendido mejor este concepto, cuando al comienzo de la crisis se hablaba de conflicto entre Wall Street y Main Street (Calle Mayor), queriendo significar el conflicto entre dos multitudes, a saber, la de los que viven del dinero y la de las personas de la calle que viven de su trabajo.

No me parece que hubiera podido ver esta faceta de la realidad sin Pepín. A él, mi más sincero agradecimiento.

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@purgatecon

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