jueves, 25 de marzo de 2010

La manía de un euro fuerte

Una serie de hechos más o menos contrastados y declaraciones de estadistas europeos viene convergiendo en los últimos días en un punto de crucial importancia para entender qué está pasando en la economía y las finanzas del Viejo Continente. Me refiero, por una parte, la generalizada convicción de que, oscilaciones momentáneas aparte, el dólar va a continuar ganando posiciones frente al euro. Convicción que contrasta con la extraordinaria difusión que se ha dado en estos días (aquí) a un informe algo desfasado – data del otoño pasado –, según el cual los gestores de los principales bancos centrales del mundo estiman que el euro habría salido “ganador”, y el dólar “perdedor”, de la presente crisis; y de ahí, algunos quieren deducir que el primero podría desplazar al segundo como moneda de reserva a escala internacional. Entre las declaraciones de estadistas europeos, destacan las recientes manifestaciones de la canciller alemana, Angela Merkel, sosteniendo que los países que no ajusten su comportamiento a largo plazo a las condiciones del Pacto de Estabilidad y Crecimiento deberán salir del euro (aquí), y las del comisario europeo de la Competencia, Joaquín Almunia, criticando a Merkel (aquí).

La expectativa de apreciación del dólar frente al euro tiene dos puntos de apoyo. Primero, parece que Estados Unidos entra de nuevo en la senda de reactivación económica (no sabemos todavía cuán lejos llegará) mientras la Unión Europea continúa estancada. Segundo, la zona euro aparece lastrada por los problemas financieros de Portugal, Irlanda, Grecia y España (PIGS). De los cuatro, España es el que está mejor, pero también el que entraña más riesgos para el euro, por su tamaño. La cuestión de España depende de que el plan de austeridad del gobierno, que pretende reconducir el déficit público a la cota del 3 por ciento para 2013, se vea o no como viable. El asunto no está nada claro, ciertamente.

La tesis de Merkel es que, si el euro se desprendiera del lastre que suponen las cuatro economías citadas (más quizá Bélgica, sobrecargada de deuda pública), recogería los plenos frutos de ser la divisa justamente “ganadora” de esta crisis y saldría de la misma convertida en moneda internacional de reserva. En cuanto que tal, sería la moneda-refugio en situaciones de incertidumbre (como ahora tiende a serlo el dólar) y eso significaría un plus para la zona euro desde varios puntos de vista.

El camino hacia tal objetivo no está claro, sin embargo. La solución que parece abrirse paso para Grecia es que la línea de crédito, que este país necesita para hacer frente sin dificultades a sus compromisos de pago, sea provista conjuntamente por los restantes países de la Unión Monetaria y el Fondo Monetario Internacional. Si esta solución se impone, Grecia estará con un pie fuera del eurosistema. El FMI no presta a países sino a bancos centrales. Para instrumentar esta solución, hará falta que, por un subterfugio u otro, el Banco de Grecia adquiera un estatuto especial dentro del Sistema Europeo de Bancos Centrales, que lo libere – siquiera temporalmente – de la disciplina del Banco Central Europeo para someterlo a la del FMI. En un supuesto límite, Alemania podría exigir que se suspendiera el acceso de los bancos griegos a las subastas del BCE.

De una forma u otra, la postura alemana es un disparate. El informe citado más arriba señala claramente que la moneda de reserva del futuro es el renminbi chino. El gozo de Merkel en un pozo. En 1925, Keynes criticó una actitud similar en el Reino Unido, en su obra Las consecuencias económicas de Mr. Churchill. Y es que Winston Churchill, aun siendo un estadista de talla excepcional, resultaba a la vez un pésimo economista. La obsesión por una libra esterlina fuerte llenó el Reino Unido de parados y deprimió la demanda agregada del país un lustro antes de la Gran Depresión.

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@purgatecon

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