miércoles, 7 de abril de 2010

El culebrón del yuan: episodio n+1

El secretario del Tesoro estadounidense, Timothy Geithner, de visita en la India para estrechar lazos entre ambas economías, acaba de amenazar veladamente a China con incluirla en la lista de países que manipulan su divisa. La teoría de muchos economistas, incluido Paul Krugman, es que dicha “manipulación” tiene por objeto favorecer la competitividad de las exportaciones chinas y, a sensu contrario, perjudicar las del resto de mundo que serían importaciones chinas. Yo sostengo que es una verdad a medias, aunque la apoye Krugman.

Veamos los cargos. Se dice que entre 2005 y 2008 China dejó que su moneda se apreciara frente al dólar y las demás divisas importantes, incluido el euro, y que eso favoreció notablemente la expansión global en un periodo en que el ciclo económico iniciado en 2001 empezaba a agotarse; entonces, China “se portó bien”. (No a juicio de Krugman, para quien eso ayudó a inflar la burbuja inmobiliaria: y, según sus supuestos, yo tendría que darle la razón en esto, aunque me parece que no nos exime a los occidentales de responsabilidad, como él parece creer). A partir de julio de 2008, China pegó la cotización del yuan a la del dólar, lo que, a juicio casi universal de los economistas, está dificultando la recuperación de las economías occidentales, dado que su enorme superávit comercial exigiría una apreciación notable, que los dirigentes chinos se niegan a facilitar.

Los chinos podrían decir lo siguiente. Lo que ellos hicieron entre 2005 y julio de 2007 fue adquirir un stock ingente de CDO – siglas de collateral debt obligations o bonos derivados de hipotecas de alto riesgo – para rentabilizar sus saldos en dólares. En este sentido, inflaron la burbuja. Podrían haber vendido en los mercados de divisas una proporción aún mayor de sus excedentes de tesorería, y con ello el yuan se habría revalorizado aun más. Pero los chinos querían proteger sus exportaciones y decidieron asumir el riesgo. En el pecado llevaron la penitencia. En el verano de 2007 empezaron a perder dinero. Un año después, en julio de 2008, cuando ya debían estar acumulando pérdidas de mucha importancia, las instrucciones de la dirección china evitaron que sus corporaciones exportadoras se sumaran al pánico de los mercados y aguantaron estoicamente los números rojos. A veces digo que lo que ocurrió entre el 31 de julio de 2007, con la quiebra de los dos hedge funds de Bear Stearns localizados en las Islas Cayman, y el 15 de septiembre de 2008, con la quiebra de Lehmann Brothers, es equivalente a una bomba atómica caída sobre los mercados. La destrucción de riqueza tuvo que ser de proporciones devastadoras para la economía global. Sin embargo, no amanecimos mucho más pobres de lo que éramos, ni el resto de los europeos ni los estadounidenses tampoco. Bueno, sí; unos cuantos bancos quebraron. Pero si se compara el efecto riqueza del crack del 29 con el de la pasada crisis financiera, esta última ha resultado particularmente benigna. ¿Por qué? Los chinos pagaron la factura, sencillamente. Ellos se lo habían buscado, después de todo.

Al mantener el yuan “pegado” al dólar desde julio de 2008 han hecho algo más, sin embargo. Han contenido las convulsiones subsecuentes a una realización acelerada de sus excedentes en divisas convertibles. Lo han hecho por interés propio, sin duda, ya que, vendiendo masivamente sus tenencias de dólares, euros y yenes, habrían desvalorizado esas tenencias y vuelto a perder mucho dinero. Y los chinos no son tontos. Al pedirles que lo hagan ahora – pues no de otra forma podrían apreciar el yuan – lo que les pedimos es exactamente eso: que sean tontos, que vuelvan a perder dinero, que paguen la recuperación ahora como antes pagaron la crisis.

Hay otro detalle adicional. Si, por efecto de la venta de sus excedentes líquidos , se llegara a retirar depósitos de unos bancos occidentales (por ejemplo, para recolocarlos en otros), éstos podrían sufrir una crisis de proporciones que dejaría pequeña a la de 2008. De hecho, fue una acción similar, efectuada por Estados Unidos, al retirar los fondos del Creditanstalt, entidad bancaria austriaca, en 1931, lo que arrastró quiebras bancarias en cadena en los países desarrollados, incluido Estados Unidos, donde se generalizaron en 1932 y sumieron a la economía mundial en la Gran Depresión, propiamente dicha (aquí). A lo mejor ahora Obama y algunos economistas estadounidenses creen que unas cuantas quiebras bancarias en ese país vendrían bien para disciplinar a un sector financiero que vuelve a campar por sus fueros. Pero lo que está claro es que, en España, significaría el fin de la proverbial salud del nuestro sistema bancario, de la que tanto hemos presumido en el último año y medio.

¿Que el arreglo actual tiene inconvenientes? Por descontado. La falta de apreciación del yuan dificulta las exportaciones del resto del mundo a China – única economía en franco crecimiento ahora mismo – y por tanto la recuperación de la economía global. Pero no cabe esperar que el problema lo resuelvan las negociaciones bilaterales entre Estados Unidos y China. El yuan es solamente un asunto entre muchos otros en la agenda de esas negociaciones; importante, pero también lo son la adopción de una postura común ante la proliferación nuclear (Irán y Corea del Norte), los espinosos contenciosos de Taiwan y el Tibet, y las inversiones chinas en Estados Unidos, por mencionar sólo los más candentes. Para conseguir algo en uno de esos temas, hay que hacer concesiones en otros. No esperaría yo mucho más que la ampliación de la banda de fluctuación del yuan, a la que China parece dispuesta a comprometerse. Y ahí sí podemos estar todos de acuerdo: eso será del todo insuficiente para resolver el problema planteado.

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@purgatecon

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