Basilea III
Aunque algunos detalles están aún por precisar en la reunión del G-20 en Seúl el próximo mes de noviembre, ya sabemos del acuerdo entre bancos centrales Basilea III lo suficiente como para prever que resultará tan problemático como su antecesor, Basilea II, que entró en vigor a las puertas mismas de la crisis. En definitiva, se reduce a un aumento de los coeficientes de garantía de la banca. El capital básico o recursos propios de la entidad (capital más reservas) aumenta del 2 al 4,5 por ciento; el llamado tier 1, que incluye las participaciones preferentes (como las cuotas participativas de las cajas de ahorros en España) hará aumentar esas garantías hasta el 6 por ciento, y todavía un tier 2, que incorpora garantías adicionales, lo hará hasta el 7 por ciento. Y todo ello tendrá que ocurrir entre el 1 de enero de 2013 y el 31 de diciembre de 2018.
A pesar de lo impresionante que suena, todo eso se reduce a dos cosas. La primera, evitar situaciones en las que la banca caiga rápidamente en insolvencia, como ocurrió en septiembre de 2008, evitando al estado tener que hacerse cargo de bancos hundidos por una crisis imprevista. La segunda, sujetar el crédito al sector privado, de modo que no se expanda de la forma desbocada en que lo hizo en los años anteriores a la crisis. Aunque los medios insisten en lo primero, es casi más importante lo segundo. Parece que por fin las autoridades económicas de todo el mundo están sacando las lecciones apropiadas de la debacle en que estamos. Fue la política de dinero fácil y barato, a lo Alan Greenspan, lo que nos condujo al desastre.
Pero no hay que hacerse ilusiones. Bajos coeficientes de solvencia favorecen el dinero fácil y barato, pero no son la causa determinante. La facilidad de los bancos de conceder crédito y luego sacar de balance los activos resultantes, “empaquetándolos” en vehículos de inversión estructurada (los famosos CDOs cargados de hipotecas de alto riesgo) fue tan importante o más. Y no parece que Basilea III se haya atrevido a meterle mano a esto. Lo único que hace es decir: si os metéis en esa clase de fregados, pagadlos con vuestro propio dinero; no vengáis a pedir el dinero de los contribuyentes.
¿Aprenderán los bancos la lección? De momento, lo que sabemos es que Basilea III apuesta por una recuperación que ya estará en marcha, en general para todo el mundo, hacia 2013. Si se retrasa un poco, resultará que las nuevas reglas, poniendo una brida a los bancos, dificultarán que éstos ayuden a la misma concediendo abundante crédito al sector privado. ¿Y no se podía haber esperado un poco, digamos, a que la reactivación general fuera un hecho incuestionable? No, porque a la vez era necesario infundir confianza a los mercados acerca de que no va a hacer falta que los gobiernos se enfanguen en nuevos rescates bancarios, en una perspectiva a medio plazo, porque vamos a tener bancos mucho más sólidos. Más sólidos sí, pero también menos ágiles, menos proclives a financiar proyectos, empresariales o familiares, que no ofrezcan, a su vez, el máximo de garantías. Y todo ello en medio de una crisis de morosidad que no hace más que subir de intensidad, peldaño a peldaño.
Etiquetas: crisis, mercados, sistema bancario
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