jueves, 22 de abril de 2010

Por qué no creo en la reforma laboral

Parece que España va a ser, de los países ricos, el más retrasado en salir de la recesión. Esto se puede entender de dos formas. Según una, España demora las necesarias reformas estructurales – entre ellas, la reforma laboral – y esta demora afecta a sus capacidad de tratar con éxito males como el desempleo masivo; ésta es la visión que ha expuesto estos días el Fondo Monetario Internacional, sumándose al Banco de España, a Funcas y otras instituciones, que la vienen defendiendo desde hace tiempo. Según la otra, España ha sido el país que más hizo depender la prosperidad pasada de actividades como la construcción y el turismo, la primera herida fatalmente y la segunda seriamente tocada por la crisis, y en tanto no se dé con actividades alternativas, capaces de sustituir a ambas, y sobre todo a la construcción, hay poco que hacer. Ésta es la visión que defendemos otra corriente dentro de los economistas.

Los partidarios de las reformas estructurales, y en primer lugar la reforma laboral, no niegan que haya una crisis de modelo productivo, pero opinan que el cambio de modelo no se puede planificar – opinión con la que estoy básicamente de acuerdo – sino que depende de dotar a los mercados de factores, y principalmente al mercado de trabajo, de un mejor y más eficiente funcionamiento; proposición esta última con la que estoy en completo desacuerdo. Ellos creen que, si el mercado de trabajo funciona mejor, el modelo productivo surgirá, por donde tenga que surgir, por sí solo. Yo creo que esta forma de pensar olvida completamente el problema que plantea la cultura empresarial en España.

El llamado modelo del ladrillo no sólo nos ha apartado de actividades tecnológicamente más avanzadas, en las que ahora estamos retrasados, sino que no ha contribuido en nada a la formación de capital humano empresarial, y a veces ha ayudado a destruirlo. He conocido empresarios de gran talento que terminaron desperdiciándolo en inversiones inmobiliarias, que no tienen nada de innovadoras. Tenemos una clase empresarial que apenas ha dejado atrás una mentalidad rentista, que busca beneficios rápidos y sin riesgo (“pelotazos”).

Los partidarios de la reforma laboral sostienen que un mercado de trabajo más flexible creará, como por ensalmo, la clase empresarial necesaria para impulsar una innovación capaz de competir globalmente. Me temo que no. La reforma laboral no hará más que empeorar las condiciones de vida de la clase trabajadora sin beneficiar a la inversión innovadora en España. Únicamente dará lugar a una redistribución de renta desde los asalariados a los empresarios para que éstos puedan mejorar sus estándares de consumo suntuario, como ya está empezando a ocurrir.

No creo que un aumento de las desigualdades sociales sea lo que está necesitando este país.

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@purgatecon

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