lunes, 22 de noviembre de 2010

¿Qué nos espera?

Los mercados están reaccionando con parsimonia a la petición formal de ayuda de Irlanda al FMI y la UE. Nikkei sube 1 por ciento, Shangai está plano, Singapur cae ligeramente. No saben qué viene después. Realmente, nadie lo sabe. Todo podría tranquilizarse de nuevo, como ocurrió esta primavera tras el rescate de Grecia. Pero hay un no-se-qué de fatalidad en el ambiente: pese a lo comparable de sus tamaños, Irlanda no es Grecia. Mientras éste se nos presentó como un país dilapidador y tramposo, aquél es un modelo en la adopción de reformas estructurales. ¿Qué falló en Irlanda? La codicia de los bancos – se nos dice – en tratar de lucrarse con la burbuja inmobiliaria. Ah, ¿pero es que la codicia no era buena, el verdadero motor del sistema? Va a resultar que es un orden económico construido con todo amor por Margaret Thatcher y Ronald Reagan, y sus sucesores, lo que está siendo sacudido hasta sus cimientos.

Algunos opinan que el rescate de Irlanda será un jalón en la crisis de la importancia de la quiebra de Lehmann Brothers, y con efectos tan devastadores sobre la confianza de los mercados. Y para ese viaje no tenemos las alforjas de un sistema bancario de gran solidez, regulado de forma “modélica” por el Banco de España, de lo que presumíamos entonces. Lo que tenemos son bancos tan codiciosos como los irlandeses, que se han lucrado durante lustros con una burbuja inmobiliaria de tantas dimensiones si no mayores que la irlandesa, y que han podido parecer solventes gracias a una legislación hipotecaria leonina, que asegura el cobro mediante un sistema de dobles garantías, según el cual no sólo se hipoteca el inmueble sino también su propietario (o quien lo avale), lo que facilita al banco mantener en su balance créditos incobrables, gracias a una suerte de servidumbre financiera – si es preciso, de por vida – del hipotecado. Sólo la opacidad de este sistema incalificable nos está salvando.

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@purgatecon

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