jueves, 7 de abril de 2011

Portugal pide ser rescatado

Al fin, José Sócrates tuvo que dar su brazo a torcer y, aunque se resistía a ello, ha solicitado rescate financiero de la Unión Europea; previsiblemente, también intervendrá el Fondo Monetario Internacional. En esa decisión, ha influido la escalada de tipos de interés en el mercado secundario, que acaban de superar el 9% anual cuando no llegaban al 5% a principios de marzo. Pero sin duda lo decisivo, y que Sócrates no se esperaba, es que la propia banca portuguesa amenazó a comienzos de esta semana con una «huelga» de adquisición de deuda pública en las subastas del Tesoro portugués, lo que ponía en riesgo el primer gran pago de amortización e intereses, superior a 4.000 millones de euros, el próximo 15 de abril, y no sólo el segundo, por una cuantía ligeramente superior, el 15 de junio, como aparentemente Sócrates había calculado al presentar su dimisión.

Ahora empieza un verdadero calvario para nuestros vecinos. Para hacerse una idea de lo que significa ser rescatado, baste con decir que quien debe y no puede pagar tiene voz, pero no voto. Los romanos, siempre tan lógicos en asuntos de Derecho – ellos lo inventaron – llegaron a la conclusión de que la única salida con sentido económico de una bancarrota era la esclavitud por deudas, consagrada como uno de los pilares del ordenamiento jurídico por las Doce Tablas. Esto no tiene nada que ver con la democracia, de la que todos somos devotos partidarios. Y si alguien alberga dudas al respecto, observe de qué poco sirven las airadas protestas de los griegos o los quejumbrosos lamentos de los irlandeses, que todavía sirven para menos.

Sócrates no quería aparecer ante la historia como el responsable de que su país fuera rescatado, y por una buena razón. La experiencia de Grecia e Irlanda, los dos países que han precedido a Portugal, dicta que el rescate financiero mancomunado de la UE y el FMI no reduce los tipos de interés del mercado secundario, como cabría esperar, sino que los incrementa: los de Irlanda están normalmente entre el 8 y el 9% y los de Grecia entre el 10 y el 12%. O sea, que la esclavitud es perpetua. La causa parece estribar en que el mercado considera el rescate como un puro trámite antes del fallido, es decir, antes de una suspensión de pagos seguida de reestructuración, con quita de una parte del principal incluida. Y esto es probablemente lo que pasará en los dos casos citados, ya que el préstamo, de 110.000 millones de euros en el caso de Grecia y de 85.000 millones en el de Irlanda, se va en pagar mayores intereses de la deuda, tanto soberana como bancaria, pues ambos gobiernos se han empeñado en garantizar la totalidad de la deuda preferente de sus bancos.

Ahora España pasa a estar en primera fila para la siguiente ronda de la crisis de la deuda. Dominique Strauss-Kahn, director del FMI, ha salido en defensa de España, asegurando que nosotros no vamos a necesitar rescate. En eso coinciden todos, incluidas las agencias de rating que acaban de rebajarnos la calificación crediticia. También el diario Financial Times, portavoz de la City londinense, por no mencionar todas las instancias de la UE. Cosas diferentes se dicen al otro lado del Atlántico, donde el Wall Street Journal y otros medios hablan del temor que les infunde lo que ocurre en Europa, precisamente cuando la economía norteamericana empieza a dar claros síntomas de recuperación pero, fatalidad de fatalidades, Japón acaba de tener el doble tropezón del terremoto y el accidente nuclear.

Que todos los organismos internacionales y hasta la City, de ordinario tan crítica con los países de la periferia europea – las despectivas denominaciones PIGS y PIIGS son invento suyo –, se hayan confabulado para ponderar la solidez de los fundamentos de la economía española no es en absoluto de extrañar. Grecia, Irlanda y Portugal, en el fondo, son peccata minuta; España son palabras mayores. España pesa económicamente más que todas ellas juntas. Si España se va al garete, el dinero de mucha gente en toda Europa, incluida la City, se irá al garete con ella. Es verdad que la deuda soberana española no es tan cuantiosa como la de los tres países rescatados, pero no es la deuda soberana, sino la bancaria, lo que realmente importa. Si los bancos españoles se van al traste, el crédito del Estado va detrás, porque el gobierno español – lo mismo que los otros tres gobiernos – se ha empeñado en garantizar la deuda bancaria en su totalidad. Y el riesgo es claro e innegable: los bancos españoles, colectivamente, son el primer acreedor de Portugal, con un tercio del total de su deuda.

Llevo bastante tiempo sosteniendo, sin que se me haga mucho caso, que ni el FMI ni la UE ni el Financial Times ni las agencias de rating son realmente los mercados. Por aquí se hace un totum revolutum de todo eso (lo que llamo el capitalismo global), y como nada de eso gusta, pues ¿para qué distinguir? Pero yo digo que hay que distinguir: una cosa son los mercados y otra muy distinta la tecnocracia económica y mediática que intenta influir sobre ellos. Ahora que la tecnocracia económica y mediática pretende convencer a los mercados de que España no está en riesgo – si realmente no lo estuviera, ¿por qué habría que repetir machaconamente que no lo está? – me temo que los mercados pueden dar una desagradable sorpresa a muchos y demostrar que a ellos no los manipula nadie. Para mis lectores será desagradable, pero no sorpresa.

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@purgatecon

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