lunes, 31 de enero de 2011

Con el debido respeto

¡Qué manía con hacer reformas para paliar los efectos de la próxima crisis! Pero ¿es que ya han perdido toda esperanza de hacer algo en esta crisis? Cuando venga la próxima crisis, que no sabemos cómo será, lo más probable es que sus efectos nos sorprendan tanto como nos han sorprendido los de la de ahora. Todo eso no es más que marear la perdiz.

¡Y qué manía con atribuir el paro a la rigidez del mercado de trabajo! La causa fundamental del diferencial español de paro es la baja productividad del trabajo, y ésta a su vez está provocada por lo escasamente avanzado de la tecnología que aplican nuestras empresas. Cuando la demanda se retrae, como ha ocurrido ahora, es necesario destruir mucho empleo para que la ley de rendimientos decrecientes actúe hasta incrementar la productividad del trabajo hasta el nivel que garantiza un mínimo de competitividad. Nuestras exportaciones no se están comportando mal, y es sobre todo por el volumen de empleo que ha habido que destruir para hacerlas más competitivas.

Y es un sofisma atribuir el desempleo al crecimiento de los salarios. Los salarios crecen porque lo hace la productividad del trabajo. Viene a ser algo así como que dos y dos son cuatro. Que crezca la productividad del trabajo sin que lo hagan los salarios, como parecer querer el presidente, es buscar una expropiación del fruto legítimo del trabajo. Y además no garantiza mayor empleo, sino menor demanda.

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sábado, 29 de enero de 2011

15. Contradicciones globales

A pesar de estar aliadas, las dos clases dominantes del capitalismo global, a saber, la burguesía financiera y la tecnocracia, y de que se necesitan mutuamente, no están (ni, realmente, pueden estar) siempre de acuerdo. En las dos décadas y media o tres antes de la crisis, la tecnocracia global destacó por sus esfuerzos por construir los mercados como una realidad global, interconectada en tiempo real. En este periodo en que la hegemonía de la burguesía global está en crisis, la tecnocracia global pugna sin descanso por domesticar a los mercados, es decir, por imponer su propia hegemonía sobre ellos para convertirlos en un instrumento dócil a sus designios de dominación: construir un mundo que responda fielmente a las rasgos del modelo teórico de equilibrio general, con mercados flexibles y tan próximos a la perfección como sea posible, no sólo en el ámbito financiero sino también en el real. Después de todo, los mercados, al guiarse exclusivamente por el beneficio a corto plazo, se comportan con frecuencia de forma errática, especulativa, incluso histérica. La tecnocracia global, en cambio, sabe perfectamente adónde va, y aspira a disciplinar a los mercados para adaptarlos a la función económica para la que deben servir en teoría. Está por ver que los mercados se dejen domesticar.

A lo largo de 2010 hemos asistido a una importante contradicción en la forma de entender la crisis entre ambas clases, y que tiene que ver con la forma en que la tecnocracia global va definiendo las reformas que, desde sus prejuicios, son convenientes – ella dirá “necesarias” – para salir de la crisis. Esas reformas no siempre convencen a la burguesía financiera, porque con frecuencia presuponen pérdida de oportunidades de lucro rápido. La contradicción es perceptible entre el deseo de la tecnocracia de imponer políticas de consolidación fiscal – en una profesión de fe antikeynesiana, que sólo se explica por su proyecto de demoler el estado de bienestar, obstáculo de primera magnitud en la marcha hacia el equilibrio general – y el temor de los mercados a que se haya cortado en seco los estímulos fiscales demasiado pronto. Contradicción que es especialmente aguda en Europa y que ha determinado el estallido de la crisis de la deuda soberana en el Viejo Continente.

La agitación que periódicamente atraviesa los mercados, de un extremo a otro del planeta, está determinada por la circunstancia de que la crisis es un periodo de agudas contradicciones en el seno de las clases dominantes a escala global. Lo “natural” es que la hegemonía la ejerza la burguesía, y que la tecnocracia quede relegada a un papel subordinado, sobre todo, porque su torpeza política – con frecuencia ve en la democracia un obstáculo a sus ambiciones de poder – la convierte en un conductor incómodo de los asuntos públicos, en una era de ascenso de las multitudes de todo el planeta al protagonismo histórico. Pero la crisis en que está sumida la burguesía financiera, debida a la debacle sufrida por los mercados en 2008, crea la necesidad de recomponer la hegemonía global, o el mundo se verá abocado a un cataclismo de proporciones históricas, del que esta crisis se podría considerar únicamente el prólogo. Y, al mismo tiempo, la crisis tienta a la tecnocracia global con el espejismo de una oportunidad decisiva para avanzar hacia un mundo de racionalidad económica, la gran utopía tecnocrática de nuestro tiempo. Como consecuencia de esa crisis y de ese espejismo, la división del trabajo entre burguesía y tecnocracia, antes de 2008 bien definida y relativamente armoniosa, se ha desdibujado y las clases dominantes han entrado en una crisis global, cuyo epifenómeno es el paro, es el déficit público y son las tensiones internacionales crecientes. Al tratar de imponer su propia y miope visión de los problemas, la tecnocracia retrasa la recomposición de la hegemonía global, que debería recaer sobre los mercados y sólo sobre ellos. La tecnocracia es consciente de la contradicción, y por eso “economía positiva” y “economía normativa” se confunden permanentemente en su discurso, hasta el punto de que ya parece definitivamente abandonada la perspectiva del economics y recuperada la vieja de la economía política: en esto radica, propiamente hablando, la “revolución neoliberal”. Una “revolución” de la que los mercados son hijos, y con la que los mercados coquetean permanentemente, de modo un tanto incestuoso. Pero en esa “trinidad”, la tecnocracia es el padre, y los hijos, como buenos hijos – según nos enseñó Freud – tienen finalmente que matar y reemplazar al padre, o en términos más modernos mandarle al sillón de orejas, donde no moleste. Y para comprobarlo, basta leer los continuos comentarios, en tono despectivo, que hace la prensa económica internacional – en sí misma, un terreno disputado entre los mercados y la tecnocracia – sobre la ineptitud del Fondo Monetario Internacional, el Banco Central Europeo, la Unión Europea y la mayoría de los gobiernos nacionales, que son de suyo la esfera donde reina indiscutida la tecnocracia. Pese a todo, la opinión pública mundial sigue sumida en un mar de confusiones, creyendo que burguesía, mercados, organismos internacionales y tecnocracia (“expertos”), todo es o viene a resultar lo mismo. Y no, no lo es en absoluto.

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viernes, 28 de enero de 2011

Acuerdo en la chapuza de las pensiones

Zapatero ya tiene la foto que quería para las autonómicas y municipales, la foto que le permitirá decir que no hay conflicto ninguno con los sindicatos y que están cerradas las heridas de la huelga general del 29 de septiembre. En cuanto a los sindicatos, no tenían más remedio que tratar de vaciar de contenidos la reforma – lo han hecho hasta donde han podido – y firmar, o bien convocar una segunda huelga general (visto el éxito de la primera), o reconocer que son un cero a la izquierda. De los males, han tomado el menor. Ya se verá si han acertado.

En cuanto a la reforma misma, he escuchado en TVE a Cayo Lara, coordinador general de Izquierda Unida. Aunque muchas de las cosas que dice me parecen demasiado simples, habla – según aclara – para las gentes más sencillas. Y aun así dice verdades como templos. Le he oído una crítica demoledora, que a mí no se me había ocurrido, y que pone al descubierto la falta de seriedad y rigor intelectual de los patrocinadores y corifeos de la reforma. El sistema de pensiones está sufragando las pensiones no contributivas, y eso, que es pura política social, debería de pagarse a partir de los presupuestos generales del Estado. La primera reforma del sistema de pensiones para garantizar su sostenibilidad debería ser exactamente ésa, y una vez comprobado que incluso sacando fuera las pensiones no contributivas el sistema se previera inviable, entonces se podría empezar a hablar de otras medidas, y sólo entonces.

Pero separar el sistema contributivo del sistema de reparto habría exigido agallas para aumentar los impuestos directos, que es en estricta doctrina fiscal lo que debe pagar las pensiones no contributivas (en realidad, un impuesto directo de signo negativo), agallas que el gobierno no tiene. Es más fácil pavonearse de la reducción del déficit público y de los logros sociales, mientras se descarga un capítulo crucial de éstos sobre los hombros de los cotizantes a la seguridad social y no sobre los del conjunto de los contribuyentes. ¿Y ésta es la racionalización del sistema que garantizará su supervivencia durante cuarenta años? Esto es una chapuza que habrá de enmendar el primer ministro de Economía que tenga dos dedos de frente y un suspiro de coraje.

Aficionados. Son sólo unos aficionados.

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jueves, 27 de enero de 2011

El culebrón de China: segunda entrega

Durante las dos últimas semanas, ha estado corriendo cierto run-run en la prensa internacional sobre la entrada oficial de China en los mercados de deuda soberana de la periferia europea. Se ha dicho que la finalidad es comercial: el gigante asiático querría que la Unión Europea retirara muchos de los casos antidumping que tiene abiertos contra las exportaciones chinas. También, que gestionar una política de beligerancia financiera como ésa tiene sus riesgos para el promotor: China tendría que vender parte de su cartera de Letras del Tesoro estadounidense, lo que depreciaría el dólar vis-á-vis el euro y el yuan, algo que ya podría estar ocurriendo y que no interesa a Pekín porque dificultaría sus exportaciones a Estados Unidos.

El último episodio se refiere a Japón. Acaba de anunciar que se suma a China en sus esfuerzos por estabilizar la zona euro. Muchos ven la mano de Washington detrás de esta toma de posición japonesa, para neutralizar la ventaja política que China podría ganar con todo esto. De ser cierta esta apreciación, confirmaría que algo hay del Gran Juego de que hablábamos aquí.

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miércoles, 26 de enero de 2011

El fantasma del estancamiento planea sobre Europa

Era previsible. Yo mismo lo pronostiqué hace meses, en la entrada del 24 de mayo de 2010 (aquí). El PIB del Reino Unido en el cuarto trimestre de 2010 ha caído medio punto porcentual. El gobierno conservador de Cameron habla de lo frío que ha sido el invierno, pero los analistas británicos coinciden: los ajustes presupuestarios han dejado a la economía muerta (stone dead).

El problema de España puede ser parecido. Con un agravante, y es la reacción que cabe esperar de los mercados. Los mercados no van a castigar a la deuda soberana británica, porque el Banco de Inglaterra – que no tiene las manías del Banco Central Europeo – comprará deuda en el mercado secundario antes de que el efecto de subida de tipos de interés se traslade al mercado de emisión. Nosotros no tenemos esa válvula de escape. Si el PIB español cae un solo trimestre, como lo acaba de hacer el británico, nos ocurrirá lo que a Irlanda, que, metida en una reforma bancaria, registró un descenso del PIB en el tercer trimestre de 2010, y los mercados se le echaron encima.

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martes, 25 de enero de 2011

El ojo de la aguja

Hace cuatro o cinco años, no era raro leer informes, incluso redactados por bancos españoles – recuerdo uno del Santander, particularmente elogioso, en inglés, para el mercado británico – en el que se hablaba de las Cajas de Ahorros como una modalidad típicamente española que estaba demostrando su eficiencia. Hoy, se habla de ellas como de un anacronismo que hay que actualizar, desmontándolo de arriba abajo. ¿Qué ha ocurrido? Básicamente, que la Ley de 1985, que daba entrada en sus órganos de administración (con un 40 por ciento de los derechos políticos) a los ayuntamientos, ha actuado como una bomba de relojería detonada en 2007 por el estallido de la burbuja inmobiliaria. Demasiadas Cajas se han metido hasta las cejas en la financiación de operaciones inmobiliarias que, vía plusvalías resultantes de la conversión de suelo público en privado o vía impuesto sobre bienes inmuebles, han permitido la subsistencia de las corporaciones locales en un contexto donde sus ingresos jamás han estado resueltos. Y aquí viene el talón de Aquiles de las Cajas: si cualquier entidad privada habría podido acudir al mercado a rellenar los agujeros dejados por el ladrillo – como muchas en todo el mundo rellenaron el de los CDO derivados de hipotecas subprime – las Cajas no pueden ampliar capital, ni por consiguiente hacer operaciones de acordeón sin contar con los poderes públicos (Fondo de Garantía de Depósitos y FROB). Y los poderes públicos ahora pasan factura.

En realidad, se trata de una cuestión ideológica. Los ideólogos del liberalismo porfían por convencer a la opinión pública de que hay un problema en la falta de definición de la propiedad de las Cajas. ¿Quiénes son los propietarios de las Cajas de Ahorros? Nadie, o la sociedad civil en su conjunto, según se mire. Pero el problema no es muy distinto del de la propiedad de El Corte Inglés, por ejemplo. ¿Quién es el propietario de El Corte Inglés? La Fundación Ramón Areces. ¿Y quién es propietario de la Fundación Ramón Areces? Nadie, exactamente como nadie lo es de una Caja de Ahorros, que también es una Fundación. ¿Y hay algún problema con la propiedad de El Corte Inglés o con la de la Fundación Ramón Areces? Entonces, ¿por qué tendría que haberlo con las Cajas de Ahorros?

Como señalaba ayer el diario británico Financial Times, el verdadero problema estriba en haberse los gobiernos empeñado en garantizar toda la deuda de las entidades bancarias. Está bien que se garantice los depósitos, pero ¿por qué garantizar también la deuda, en España, incluso la subordinada? Así se forzó el rescate de Irlanda (y eso que ellos no garantizaron más que la preferente), y sirve de excusa para que el gobierno español se prepare para una nacionalización parcial – vía participaciones del FROB – de las Cajas que no puedan satisfacer los requisitos, en términos de core capital, exigidos por el acuerdo internacional llamado “Basilea III”, que se pactó el otoño pasado. En España se quiere hacer pasar a las Cajas por el ojo de una aguja. Si Basilea III daba un plazo para cumplir con esos requisitos, el gobierno va a adelantar el plazo; y si el requisito de Basilea III es tal, el gobierno lo va a elevar para las entidades que no coticen en Bolsa, es decir, para las Cajas. El plan es que las pille el toro, que tengan que ceder su negocio bancario a un banco y que el FROB pueda quedarse con una fracción de la propiedad de ese banco para vendérsela al capital extranjero. Esto forma parte de las seguridades que España debe haber dado en el Eurogrupo la semana pasada.

El fin de las Cajas de Ahorros se acerca vertiginosamente. Como consecuencia de ello, pronto tendremos más mercado financiero y menos sociedad civil. Cada quien opine de ello lo que le parezca.

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lunes, 24 de enero de 2011

Semana clave para el sistema público de pensiones

Que haya que retrasar la edad de jubilación, de 65 a 67 años, para asegurar la sostenibilidad del sistema, cuando se han destruido más de dos millones y medio de empleos en los dos últimos años, es una pretensión sencillamente ridícula. El sistema todavía ha generado más de dos mil millones de euros de superávit en 2010. Si este año el empleo va a crecer, como el gobierno jura y perjura, el superávit no podrá por menos de aumentar igualmente. Cuando el pleno empleo se haya recuperado, todavía habrá margen para que el número de jubilados crezca quizá en un millón, sin problemas financieros para el sistema, y eso contando con que el empleo nunca suba más allá de lo alcanzado en 2007. Los problemas, en caso de plantearse, no lo harán antes de quince o veinte años. ¿Es que el gobierno no tiene nada más urgente de que ocuparse? Parece que no.

El consenso entre los gobiernos europeos en que hay que retrasar la edad de jubilación en todo el Viejo Continente me parece a mí que tiene que ver con una política más amplia, definida en 2008. El 9 de junio de ese año, en efecto, el Consejo de Ministros de Trabajo de la Unión Europea adoptó la resolución de elevar la máxima jornada semanal de trabajo, desde las 48 horas fijada por la Organización Internacional del Trabajo en 1919, hasta 65 horas. Los estados miembros están obligados a aplicar las normas de la OIT, y no podrían permitir jornadas superiores a 48 horas sin abandonar la Organización; pero, como la UE no es firmante de los convenios de la OIT, podía lanzar y lanzó a sus miembros el mensaje de elevar los máximos legales vigentes (40 horas en España, 35 en Francia, etc.) hasta las 48 permitidas, y luego presionar a la OIT para que revise al alza su propio máximo. El Parlamento Europeo rechazó el acuerdo del Consejo de Ministros de Trabajo, pero está claro que los gobiernos siguen empeñados en demostrar su empeño en hacer más placentera la vida de la población trabajadora. Lo llamativo es que el gobierno español, que entonces fue el único en rechazar las 65 horas, hoy se está haciendo perdonar el “desliz” apoyando como el que más el alargamiento de la vida laboral y la rebaja de las pensiones, que vienen a ser medidas de la misma índole.

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sábado, 22 de enero de 2011

La tercera desamortización

En España, a los estudiantes de Economía y Empresa se les enseña tradicionalmente en la asignatura Historia Económica que la llegada de los liberales al poder, hacia 1835, trajo no tanto la industrialización al estilo británico, conforme soñaban, como una reorganización de la propiedad agraria mediante lo que se llamó la Desamortización: un proceso de expropiación de los bienes llamados de manos muertas, es decir, sustraídos a la circulación del mercado. Hubo dos Desamortizaciones principales, a saber, la de la Iglesia, en la segunda mitad de la década de 1830, y la de los bienes comunes y de propios municipales, a mediados de la de 1850; desde entonces, la financiación de los ayuntamientos no ha dejado de dar problemas. Ambas se ejecutaron con la mirada puesta en obtener recursos para pagar la deuda pública. A esas dos, pronto habrá que añadir en los textos una tercera, en esta segunda década del siglo XXI, idéntica a las primeras en más de un aspecto: la financiera, de las Cajas de Ahorros.

Era inevitable. Según Business&Leadership, un think-tank irlandés del mundo de los negocios, el gobierno Zapatero planea nacionalizar parcialmente las Cajas de Ahorros (al menos, las más desguarnecidas políticamente) para vender esa participación en pública subasta. El informe de B&L es tanto más creíble cuanto que, como señalé hace dos días, los bancos irlandeses tienen un 12 por ciento del PIB nacional invertido en deuda española, lo que supone que la economía irlandesa pende del hilo de la solvencia española, y muy probablemente el gobierno ha tenido que dar seguridades al respecto en el seno del Eurogrupo. El informe, por otra parte, corrobora una de esas crípticas promesas que tanto gustan al presidente, en una reciente entrevista en Nueva York, y según la cual el capital internacional tendría pronto oportunidades de invertir en el sistema financiero español, presentado como muy rentable.

(A la hora de publicar esta entrada, la primicia de B&L es tratada como noticia confirmada por las principales agencias de noticias, algunas de las cuales incluso la vinculan con cierta calma que parece extenderse por los mercados de deuda).

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viernes, 21 de enero de 2011

"Buenas noticias", que son malas

Parece que, tras la subasta de bonos a diez años el jueves de la semana pasada, por los que habrá que pagar un poco más de interés que en la última subasta del mismo instrumento, hace unas semanas, el martes pasado se pagó medio punto menos por las letras del Tesoro a 12 meses y un cuarto de punto menos por las a 18 meses. Esto, que parece bueno y ha sido saludado alegremente por la Bolsa española, es más bien malo.

Una regla de oro de los mercados financieros es que tipos a corto bajando y a largo subiendo indican que el mercado espera una subida considerable de los tipos a largo. El motivo es evidente. Los operadores aceptan un tipo más bajo a 12 meses – aunque no tanto a 18 meses – porque prefieren esperar ese tiempo antes de comprar deuda a más largo plazo, porque de esa forma tendrán liquidez para adquirir ésta cuando sus tipos hayan subido.

¿Qué está ocurriendo? Que el mercado descuenta una larga, acaso muy larga crisis de la deuda soberana de España. No espera – seguramente con razón – ninguna solución clara antes de las elecciones de 2012, y para entonces confía en que los tipos sean considerablemente elevados. En todo caso, también da por descontado – esto nos lo dice el volumen solicitado, más del doble del adjudicado – que el Banco Central Europeo y la Unión Europea no van a consentir una quiebra formal, donde los inversores en deuda pública española perdieran dinero.

Tenemos culebrón para rato.

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jueves, 20 de enero de 2011

Riesgo sistémico de la deuda soberana de la periferia europea

Wells Fargo Securities acaba de publicar un informe sobre el grado de exposición a una eventual crisis, de proporciones generales, de la deuda soberana de la periferia europea. Nos sitúa ante las dimensiones del problema.

La deuda soberana de la periferia europea asciende a unos tres billones de euros, de los cuales 1,7 billones corresponden a Italia, unos 600.000 millones a España, y el resto se reparte entre Grecia, Irlanda y Portugal. Es prácticamente imposible conocer con exactitud quién posee esa deuda, pero las estimaciones de WFS indican que la exposición de Estados Unidos es inexistente: apenas 15.000 millones de euros en total. A falta de cuantificar la exposición de China y otros países emergentes, que en todo caso adquirirán carteras con relativa lentitud, la inmensa mayor parte de la deuda soberana de la periferia europea está en manos de residentes europeos. Así pues, si se llega a producir una bancarrota, o alguna reestructuración que involucre quitas de capital, demoras de intereses, o ambas, Europa perderá por partida doble: en términos de crédito arruinado y de ahorros evaporados.

Así, por ejemplo, en el caso de España, aproximadamente la mitad de la deuda soberana está en manos de residentes y la otra mitad en manos de extranjeros. WFS estima la primera cifra en 330.000 millones de euros. Si hay problemas, muchas familias y empresas españolas, que han invertido en deuda pública creyendo que era un valor seguro, pagarán las consecuencias. Pero todos los países soportan dosis más o menos importantes de riesgo. Los bancos franceses poseen 125.000 millones de euros de deuda española, un 6 por ciento de su PIB; en términos relativos, si no absolutos, la exposición de Irlanda es todavía mayor, un 12 por ciento del PIB. Otros países siguen de cerca: Portugal, 11 por ciento; Holanda, 10 por ciento; Alemania, 5 por ciento; Reino Unido, 4 por ciento. Si España quebrara, Irlanda lo haría de inmediato por segunda vez, y los efectos en cadena dentro del sistema bancario europeo serían catastróficos.

Eso es lo que significa too big to fall, o “demasiado grande para caer”.

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miércoles, 19 de enero de 2011

Cómo hay que leer las declaraciones

Oigo a Elena Salgado – todos la hemos podido oír – diciendo que no escucha más que elogios sobre lo bien que lo está haciendo España en materia de corrección del déficit. Cita concretamente a Jean Claude Juncker, político luxemburgués del partido democristiano, que ahora oficia de presidente del Eurogrupo. Le escucho y, en efecto, se deshace en aplausos.

Pero los halagos que no oigo son los de Angela Merkel. Y cuando la oigo a ella, es para mandar un mensaje bien diferente. Ayer, por ejemplo, se reunió el Eurogrupo para discutir la ampliación del mecanismo de rescate comunitario. Todo el mundo sabe que, si se amplía, no es porque Grecia e Irlanda – países ya rescatados – hayan agotado el Fondo; tampoco porque se corra el riesgo de que lo agote Portugal, país que está el primero de la lista en utilizarlo. No, si hay que ampliarlo es por si acaso España llega a estar en esa situación. Y si la Comisión Europea quiere que se amplíe y el Eurogrupo discute si hacerlo es porque España lo está haciendo requetebién, pero haber riesgo de que lo necesite, haylo.

Pero la verdadera prueba del nueve es la posición de Alemania. Alemania ha dicho con claridad que quiere mayor disciplina fiscal, si se le pide más dinero. Y está claro que no lo dice por Grecia e Irlanda, porque eso es toro pasado; ni siquiera lo dice por Portugal. Está claro que lo dice por España. Ah, pues ¿y no lo estábamos haciendo rematadamente bien? No cabe duda de que Alemania no se fía de España; a otros podremos dársela con queso, que a ella no. De alguna manera, Alemania empieza a sospechar que lo “rematadamente bien” que lo estamos haciendo en la reducción del déficit, se parece cada vez a lo “rematadamente bien” que lo hizo Grecia para incorporarse al euro, y después para mantenerse en él. Hasta que se descubrió que todo era un fraude contable.

¿Tienen base las sospechas alemanas? Pseé… y qué sé yo. Pero lo que es evidente es que la actividad financiera de las Comunidades Autónomas es terreno abonado para una contabilidad, digamos, creativa. Hace años tuve oportunidad de contrastar las reglas de contabilización de las CC.AA. y cada una seguía las que le daba la gana. La Dirección General de Política Económica, entonces, tenía que conformarse con lo que las propias CC.AA. querían darle. O mucho han cambiado las cosas, o las posibilidades de que se esté obteniendo una imagen distorsionada del déficit consolidado son bastante grandes. Luego, o sea antes, la semana pasada, oímos decir al presidente que no le temblará la mano a la hora de meter en cintura a las Autonomías, y todo cuadra.

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martes, 18 de enero de 2011

Errores

Este gobierno y sus dependencias han cometido los siguientes errores:

Dijo que no nos afectaría la crisis, y a la vista está que nos afectó. Se perdió un tiempo precioso mareando a los electores.

Después de la quiebra de Lehman Brothers, y sobre todo en la cumbre del G-20 en Washington, en noviembre de 2008, el gobierno quiso vender un papel protagonista de nuestro país en la nueva regulación internacional por la “magnífica” situación de nuestro sistema bancario, que le permitió presumir por todas partes. Objeto de especial alabanza era la supervisión del sistema crediticio por el Banco de España. Puede que el propio gobernador del BE se lo creyera, y – a poco listo que fuera – puede que no. El hecho es que se dedicó a dar lecciones sobre las reformas que había que llevar a cabo en ámbitos distintos del suyo, en especial, el mercado laboral. Se pasó más de un año defendiendo una boutade como el contrato único de trabajo, mientras los bancos españoles – con excepción de los dos grandes – eran incapaces de obtener financiación en el exterior. Después de decir que nunca haría una reforma laboral sin contar con los sindicatos, el gobierno hizo caso al gobernador del BE, sin duda porque a un señor que lo hace también en lo suyo hay que hacérselo en lo más peregrino que se le ocurra. Mientras, se emprendía, a bombo y platillo, la reforma de las Cajas de Ahorros, por aquello de que, como no tienen accionistas, ¿quién iba a protestar? Ha sido, ciertamente, una reforma bien “barata”, unos 10.000 millones de euros, que ha reducido su número de 45 a 17, pero que a los mercados no les dice ni fu ni fa. Los mercados están convencidos de que el sistema bancario español está metido en crédito al ladrillo hasta las orejas, y por eso no se fían de los bancos españoles (y no sólo de las Cajas). Se estima que el crédito al sector inmobiliario asciende a unos 320.000 millones de euros, y el crédito a la industria de la construcción a unos 100.000 millones más. Esto viene a ser el 42 por ciento de PIB. El BE, muy discretamente, ha obligado a bancos y Cajas a dotar provisiones por unos 87.000 millones. El resto no es necesariamente moroso, pero nadie sabe en qué proporción es solvente.

Y mientras, el gobierno a por uvas, con la reforma de las pensiones.

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lunes, 17 de enero de 2011

Fondo Europeo de Estabilización Financiera

¿Se acuerdan de cómo fue el rescate Irlanda? Refrescaré la memoria de los amables lectores. En el otoño de 2008, el gobierno irlandés extendió una garantía ilimitada sobre las deudas bancarias de todo tipo, durante dos años. A principios de 2009, varios de los más importantes bancos de ese país fueron a la bancarrota, y el gobierno se hizo cargo de las pérdidas. En el otoño de 2010, venció la garantía dada dos años antes y el gobierno creyó que podía renovarla, sin haber puesto todavía el dinero para enjugar las pérdidas. El mercado no le creyó. El mercado supuso, después de dos ejercicios fiscales dedicados a reducir el gasto público y una economía que no salía de la recesión, que no era capaz de recaudar impuestos como para hacerse cargo de todo lo que decía estar dispuesto a hacerse cargo. El mercado acertó, e Irlanda tuvo que ser rescatada.

Ahora, Europa entera se encuentra ante una similar tesitura, sólo que en una escala mucho mayor. La primavera pasada, se creó el Fondo de Estabilización Financiera, dotado con 750.000 millones de euros para pagar rescates; pero una parte del capital está suscrito y no desembolsado. Es decir, no hay 750.000 millones de euros en él, sino una suma sensiblemente menor más la promesa de los socios de la Unión Europea de poner el resto si es necesario. Todo el mundo supone que lo pondrán, si es necesario. Como todo el mundo supuso que el gobierno irlandés pondría el dinero que hiciera falta… hasta que dejó de suponerlo. Una parte del capital suscrito pero no desembolsado es el de Irlanda, Portugal, España, Italia, Bélgica: países que están a la cola de necesitar el rescate, y lo lógico es pensar que si necesitan el rescate no es para poner dinero para rescatar a otros. Una auténtica pescadilla que se muerde la cola.

Hoy, los miembros del Eurogrupo – los gobiernos de la zona euro – que crearon el Fondo de Estabilización Financiera, están reunidos para ampliar el Fondo, de manera que haya garantías confiables de que el dinero que se supone está ahí, esté verdaderamente ahí. Los presidentes de la Comisión Europea y del Banco Central Europeo insisten que eso es lo que hay que hacer. España apoyará la propuesta; alardeará de que puede con todo, como de costumbre. Pero Alemania y Francia se oponen. Ya se ven pagando los platos rotos de todos.

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sábado, 15 de enero de 2011

14. Tecnocracia global

Hay una clase aliada de la burguesía financiera global, y sin la cual ésta ni siquiera podría existir. Es una tecnocracia, igualmente global, que se encarga del diseño y mantenimiento de las instituciones financieras e infraestructuras informáticas que permiten a los mercados reaccionar en tiempo real a cuanto reclama su atención. Forman parte de esa tecnocracia diversas multitudes, como los teóricos de la economía y en general los científicos sociales y buena parte de los naturales que se mueven en la excelencia y creen a pie juntillas – los segundos por simpatía – en el equilibrio general (que vendría a estar encarnado, precisamente, en el imperio de los mercados); la pléyade de profesores universitarios que inculcan esa ideología a las nuevas generaciones de economistas y en general de universitarios; los altos funcionarios de los ministerios de Economía, Finanzas, Industria y Comercio de prácticamente todos los países del mundo desarrollado, y con creciente influencia en los países emergentes; los integrantes de los servicios de estudios de las entidades bancarias de todo el mundo y de las direcciones financieras de las grandes multinacionales; los expertos en informática que traducen a programas las instituciones y la regulación de los mercados que diseñan todos ellos. La tecnocracia global es una clase altamente cohesionada y dirigida manu militari por instituciones como el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial, el Banco Internacional de Pagos de Basilea (BIS), y la omnipresente SWIFT (Society for Worldwide Internacional Financial Telecommunications).

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viernes, 14 de enero de 2011

13. Hegemonía global

La oportunidad de ganar dinero arriesgándolo en los mercados o, en los peores momentos, de no perderlo se presenta como el estímulo que los hedge funds de proyección global ofrecen – dado su posesión de “información en tiempo real” de lo que está pasando – al pequeño inversor para que éste respalde con su voto en los mercados las decisiones que aquéllos van tomando para encarrilar la economía mundial en la dirección adecuada para que la rentabilidad global crezca. Pero la causa real de la dirección que los hedge funds ejercen sobre los mercados es que ellos son los únicos que están libres de contradicciones primarias dentro de la burguesía global, mientras que las demás multitudes que se integran permanente o esporádicamente en ella experimentan contradicciones más o menos agudas con sus otras fuentes de medios de vida y riqueza. Por lo mismo, los mercados, disciplinando a esas multitudes e imponiéndoles un modo de pensar afín a la lógica de los hedge funds (lo que podríamos llamar un “pensamiento realista”), desempeñan una función de hegemonía global sobre integrantes de una miríada de multitudes potencialmente agredidas en todo el planeta, muchos de los cuales están votando, sin saberlo o a sabiendas, en contra de sus intereses como pertenecientes a ellas. Es la fuerza de la globalización. De la misma forma que la clase obrera francesa acoge en su seno a todos los que participan de su lucha a través de la huelga general, la burguesía financiera global acoge en el suyo a todos a los que se dejan tentar por el casino global.

La hegemonía de la burguesía global, ejercida a través de los mercados, se quebró en septiembre de 2008, cuando lo hizo Lehman Brothers. Desde entonces se ha tratado de recomponer. Una fase particularmente aguda de esos esfuerzos la hemos visto en 2010.

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martes, 11 de enero de 2011

Todo termina por encajar

El precio de los CDS (credit default swaps) para la deuda soberana de Portugal subió hoy, 10 de enero, hasta un nivel récord de 549 puntos básicos (pb). La de Irlanda alcanzó también su máximo histórico, con 682 pb. La española subió hasta 361,5 pb (cerca del récord de 364, registrado el 30 de noviembre pasado), las de Bélgica e Italia hasta 255 pb y la de Grecia hasta 1.060 pb. El índice compuesto de la deuda de Europa occidental se situó en 223 pb. (Un punto básico significa un pago anual de 1.000 euros para cubrir la contingencia de que un nominal de deuda soberana de 10 millones de euros deje de pagar intereses y sea declarado incobrable). Esta situación empieza a ser insostenible por los elevados intereses que el mercado nos hace pagar. Apenas va a dar tiempo a que intervenga China, si es que finalmente interviene.

Puesto que el gobierno español sigue empeñado en operaciones de diversión, como la reforma de las pensiones, en lugar de lo que los mercados apreciarían más, que es un enfoque más objetivo – alejado del triunfalismo de los dos últimos años – de la situación del sistema bancario, sólo cabe una de dos deducciones lógicas. O el gobierno es estúpido, o se ha rendido ya a la perspectiva de que España sea rescatada por el Fondo Europeo de Estabilización Financiera y el Fondo Monetario Internacional en los próximos meses, o quizá semanas. Y ese rescate lo tendrá que pagar, en último análisis, el contribuyente alemán, que - según Merkel - no quiere ver cómo nosotros nos jubilamos antes que él y que cobramos mejores pensiones; por eso hay que degradarlas. Con lo que todo termina por encajar.

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lunes, 10 de enero de 2011

De nuevo, turbulencias en los mercados de deuda

Cuando el plante de los controladores, señalé que la energía del gobierno en meterlos en cintura era una metáfora de su voluntad de restablecer la disciplina económica en el país, cosa que los mercados no dejarían de apreciar favorablemente. Escribí: “Aunque me temo que nada de esto ayudará a resolver problemas de fondo, pronostico… una relativa calma de los mercados para las próximas semanas, con suerte meses”. La tregua se ha terminado. Los mercados tienden a ser olvidadizos y no recuerdan los más solemnes pronunciamientos, que tanto gustan en cambio a nuestro presidente; prefieren realidades de cierta clase. El gobierno les ha dado algunas; la supresión de la ayuda de 426 euros a los parados que han dejado de cobrar prestaciones, por ejemplo. Ahora está empeñado en degradar nuestras pensiones. Es el eterno error de creer que los mercados son un moderno Moloch, dios implacable al que hay que ofrecer periódicamente un tributo de sangre. ¿Cuándo aprenderán? El presidente se traiciona a sí mismo una y otra vez (“Nunca abandonaré a los más débiles”, ¿recuerdan?) para nada.

Hay mucha confusión, alentada desde distintos círculos, sobre lo que realmente quieren los mercados. En el asunto de las pensiones, para empezar, no es lo mismo lo que quieren los mercados que lo que quiere Alemania. Sin embargo, circula el rumor de que sí. Los mercados quieren estar razonablemente seguros de que un país va a poder devolver su deuda, antes de prestarle más; solamente eso. Alemania quiere que, si su dinero tiene finalmente que rescatar a España, España no tenga mejores pensiones ni edad de jubilación más temprana que Alemania. Luego están los que quieren desmantelar el estado de bienestar, que, en esta coyuntura, apoyan incondicionalmente a Alemania. Son los que nos presentan a los mercados como un dios pagano sediento de sangre y los que nos instan a realizar sacrificios para calmarlo.

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sábado, 8 de enero de 2011

12. Hedge funds

Hay, en la burguesía financiera global, una multitud que está exenta de contradicciones primarias. Se trata de los gestores de fondos de inversión de alcance global: los llamados hedge funds. Pueden asumir contradicciones, pero no derivadas de que una de sus fuentes de ingresos atente contra otra. Es una multitud bastante reducida, aunque poco cohesionada; un club de apostadores profesionales, que naturalmente desconfían unos de otros. Y son los que controlan la mayor masa de votos. No siempre están de acuerdo entre sí, pero cuando un número sustancial de ellos lo está, aquello que “deciden” se convierte en la opinión de los mercados, y prácticamente en ley universal. Entonces los mercados asumen la fisonomía de un parlamento global; y los gestores de los mayores fondos, la de los portavoces de grupos parlamentarios. El pequeño inversor de proyección puramente local vota también, pero lo hace – como se suele decir – con el brazo de madera.

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viernes, 7 de enero de 2011

Enredo a la vista

El Wall Street Journal se pone agorero para decir que la compra de deuda española no será suficiente para sacarnos del agujero. Algunos de la prensa color salmón se apuntan al pronóstico. Los comunicados oficiales hablan de 5.600 millones de euros en contratos comerciales. No parece gran cosa: ¿no hay nada más? ¿Pidió China algo de tono menos ‘diplomático’, es decir, menos confesable y, sobre todo, se lo ha concedido España? ¿Se ha vendido Zapatero al terror amarillo? ¿Tendremos que esperar a una próxima filtración de Wikileaks para enterarnos?

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jueves, 6 de enero de 2011

11. Contradicciones primarias

La pertenencia de cualquier individuo a la burguesía financiera global no es igual en todos los casos. En el caso más general, se trata de individuos que pertenecen a otras multitudes, algunas de las cuales son decididamente agredidas por las directrices de los mercados. Piénsese, por ejemplo, en asalariados irlandeses que tengan sus ahorros invertidos en Bolsa, un caso bastante frecuente entre los mejor pagados. Los mercados, al retirar su apoyo a los planes de austeridad del gobierno irlandés, el otoño pasado, han forzado un ajuste durísimo de la economía irlandesa, del que los asalariados saldrán muy mal parados. Sin saberlo, o acaso intuyéndolo, el participante en las manifestaciones de Dublín está reclamando una cosa en la calle y otra muy distinta votando por Internet con su dinero. Es una contradicción primaria. Esto les ocurre no sólo a los asalariados del sector privado, sino también a funcionarios, a los pensionistas y a los integrantes de muchas otras multitudes que se acercan al casino global. Pero quizá no pueden dejar de hacer esto último. No hay en ello ludopatía, o no sólo, sino también una pasión genuinamente política: la ambición de imponer el criterio propio al de otros.

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miércoles, 5 de enero de 2011

China rescata a España

La visita del viceprimer ministro chino a España viene a confirmar lo que la prensa internacional venía rumoreando desde días atrás: que los fondos estatales para la adquisición de deuda soberana, creados por China hace pocos meses, van a tomar la deuda española como uno de sus targets prioritarios. Contrasta esta actitud con la de los fondos estatales rusos, que, en medio del huracán de Irlanda, declararon a la deuda española inelegible para sus compras. Esto muestra el carácter estratégico que reviste esta clase de fondos.

El presidente Zapatero ha venido diciendo que España es el mejor amigo de China en Europa. Ahora recibe su recompensa. Pero no será gratuita. La decisión china se hace pública en un momento extraño de las relaciones del gigante asiático con Occidente. Por una parte, la concesión del premio Nobel de la Paz a un disidente chino tensó esas relaciones a fines de 2010, llegándose incluso a que China estableciera su propio “premio Nobel”, rival del auténtico. Por otra, China ha jugado un papel ambiguo en el conflicto entre las dos Coreas, dejando en todo caso claro que no va a abandonar a su aliado, la del Norte, a su suerte. Se van configurando, poco a poco, dos bloques crecientemente antagónicos en el mundo. Uno, liderado por la OTAN e integrado por todos los pactos defensivos, a lo largo y ancho del globo, donde está presente Estados Unidos. Otro, aparentemente más deshilvanado, en el que están Corea del Norte, Irán y Venezuela, como países claramente enfrentados a la superpotencia, y al que, además de Cuba, habría que añadir Bolivia, Ecuador y Argentina en el Cono Sur – con un Brasil vacilante –, Siria en Oriente Medio, y Pakistán como principal campo de batalla estratégico.

Es una incógnita si China busca en España un mediador o meter una cuña en el corazón de la OTAN. Puede que ambas cosas. Se realzará el papel internacional de España, no hay duda. Pero la posición, a la vez aliado de Washington y socio en Bruselas, de un lado, y deudor masivo de Pekín, del otro, no va a resultar nada cómoda.

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martes, 4 de enero de 2011

Ludopatía colectiva

Dado un nivel de ahorro planeado, las pérdidas de capital o minusvalías reducen el volumen del ahorro agregado. Los individuos pueden continuar ahorrando lo mismo, o incluso más, pero la sociedad en su conjunto ahorra menos que antes de sufrirlas. Como consecuencia, hay menos recursos para financiar la inversión. Pero mucho más importante, y potencialmente más dañino, es la actitud de los individuos y la sociedad ante las pérdidas. La burbuja de los tulipanes en la Holanda de principios del siglo XVII, al estallar, causó unas pérdidas enormes. Sin embargo, sus efectos fueron casi imperceptibles en el largo plazo porque la inflación de bulbos de tulipán no tenía salida; ni siquiera se los podía comer. Rápidamente, cayeron de precio hasta que las familias más pobres pudieron llenar sus jardines de ellos. Hubo mucha gente que se arruinó, pero el ahorro y el trabajo pudieron dedicarse a otra cosa.

Muy diferente es la burbuja inmobiliaria en la España de principios del siglo XXI. La inflación de viviendas no ha generado una caída de los precios que permita hasta a las familias más pobres tener la suya sin hipotecas. Los bancos se resisten a esa caída de precios porque suponen que los arruinaría, y los poderes públicos les asisten porque tampoco quieren ver arruinada a la clase media, que ha invertido sus ahorros en activos inmobiliarios. Pero lo peor ni siquiera es eso. Lo peor es que hay cientos de miles de viviendas sin terminar, en urbanizaciones de las que se ha vendido muy poco o nada. Y los promotores, cogidos mediante avales por los bancos, siguen invirtiendo en terminarlas, con la obvia esperanza de venderlas y salir de la trampa, pero sin querer ver que invierten en algo que ni tiene valor, ni lo tendrá en un futuro previsible, suficiente como para justificar el dinero que se sigue enterrando en ello.

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domingo, 2 de enero de 2011

La luz, más cara

La elevación de las tarifas eléctricas es la primera medida de política anticrisis que ha puesto en marcha este gobierno. Nadie en su sano juicio puede creerse el argumento del déficit tarifario, viendo los beneficios que registran las eléctricas. El origen de esta mistificación son los llamados “costes de transición a la competencia” (CTC). Éste es un invento de William Baumol, economista norteamericano que a mediados de los noventa, reflexionando sobre la liberalización de los mercados eléctricos en Estados Unidos, llegó a la conclusión de que había que indemnizar a las empresas que habían detentado privilegios de monopolio o cuasimonopolio, por arrebatárselos. El precio de no hacerlo sería ralentizar el progreso técnico en el sector. La tesis es discutible, pero la profesión la compró con entusiasmo. Los famosos CTC son el secreto del déficit tarifario en España.

¿Por qué se acelera ahora el proceso de indemnizar a las eléctricas? Lo dijo el presidente hace pocas fechas: nos esperan cinco años antes de salir de la crisis. En las condiciones actuales, es impensable la generalización del uso del automóvil eléctrico, en que el gobierno – por inspiración del ministro Miguel Sebastián – fía el tirón de la demanda que pondrá la economía española nuevamente en marcha. La instalación obligatoria de puntos de recarga en todas las plazas de aparcamiento público y privado reactivará la construcción de forma compulsiva – como compulsiva fue la sustitución de la televisión analógica por la TDT, en un ensayo a escala de miniatura de lo que nos espera – pero el proyecto cojea por la falta de potencia para alimentar el parque automovilístico. Cálculos aproximados cifran en una central nuclear de tipo medio por cada dos millones de automóviles eléctricos las necesidades de generación de energía. Con un parque de más de treinta millones de vehículos, serán necesarias quince nuevas centrales nucleares. Para construirlas, haría falta un volumen de financiación exterior que los mercados no están dispuestos a proporcionarnos. Y habría que empezar la construcción de nuevas centrales ahora. La decisión política ya debe de haberse tomado, pero tal vez se haga pública después de las autonómicas y municipales, cuando el café ése al que hemos renunciado los españoles dé para empezar las obras de alguna.

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