viernes, 30 de abril de 2010

Operaciones estructurales

Muchos hablan de la necesidad de reformas estructurales. Yo prefiero hablar, antes, de operaciones estructurales. Ahora resulta que va a tenerse que comprometer de 120.000 a 135.000 millones de euros en el rescate de Grecia. ¿Y eso lo tienen que pagar el resto de los europeos? ¿Qué va a quedar para el ahorro encargado de financiar nueva inversión creadora de puestos de trabajo? Es un enfoque absolutamente disparatado de la política anticrisis. El euro está en peligro, pero la razón es que los estadistas europeos están utilizando la moneda común como excusa para triturar a los ciudadanos de Europa, cuando el euro supone una ventaja enorme, una herramienta que permitiría mitigar considerablemente su sufrimiento.

El manual de instrucciones del Banco Central Europeo tiene un capítulo dedicado a unas así llamadas ‘operaciones estructurales’. Jamás se ha hecho uso de ellas, y al paso que se va tampoco se las utilizará nunca. La dirección del BCE no parece saber para qué se las puso ahí. Es como si se hubiera cometido una equivocación al incluirlas. Pero no hay equivocación ninguna. Las operaciones estructurales activas serían operaciones de financiación a largo plazo, mediante las que las contrapartes (banca privada) podrían adquirir deuda soberana a plazo de diez, quince y, si fuera necesario, treinta años. Así de sencillo, en vez de estar dependiendo angustiosamente de la histeria de los mercados. ¿El precio? Algunas tensiones inflacionistas y el euro se depreciaría en cuantía indeterminada. Pero un poco de inflación y la depreciación del euro son de lo más recomendable ahora.

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jueves, 29 de abril de 2010

A César lo que es de César

He dicho repetidamente, por activa y por pasiva, que el gran error de este gobierno estriba en no haber aprovechado la presidencia española de la Unión Europea para forzar un consenso distinto respecto de la política monetaria y financiera, que hiciera recaer sobre el Banco Central Europeo la financiación a largo plazo de al menos una parte de la deuda pública de la eurozona, lo que habría reducido considerablemente la presión de los mercados, que se está tornando angustiosa. Ahora bien, lo mismo que digo y repito lo anterior, tengo que añadir que quizá no anda tan desencaminado el gobierno al afirmar que la situación general no ha empeorado tanto en la realidad como en la percepción – que he calificado de histérica – que los mercados tienen de ella.

Una filtración del Instituto Nacional de Estadística ha permitido saber que el desempleo rebasa, de acuerdo con la Encuesta de Población Activa, la cifra de 4.600.000 personas a finales de marzo. Hace casi tres meses, señalé (aquí) que el paro había llegado a 4.600.000. Mi estimación se basaba en el paro EPA del cuarto trimestre de 2009, que reflejaba la situación a finales de diciembre, más el descenso en el número de empleados con arreglo al registro de cotizantes a la Seguridad Social a fines de enero de 2010.

Si mis estimaciones eran correctas, y el paro cabía cifrarlo a fines de enero en 4.600.000, y resulta que dos meses más tarde, a fines de marzo, el paro continúa en esa cifra, eso quiere decir que el desempleo en España se encuentra estabilizado, lo que quizá significa que se ha alcanzado una cota máxima y ahora cabe esperar que empiece a descender.

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miércoles, 28 de abril de 2010

Las barbas de tu vecino

Lo he dicho repetidamente: el gran error de política económica en esta crisis ha sido imponer la ortodoxia financiera cuando la reactivación era una esperanza, todavía no una realidad. Al hacerlo, se ha encomendado la dirección de los esfuerzos de salida de la crisis a los mercados, que nos hundieron en ella. Lo he dicho repetidamente, pero mi opinión no cuenta.

Ahora, la situación financiera empeora aceleradamente. El Eurogrupo no se reunirá hasta el 10 de mayo, pero Grecia no puede esperar tanto. A dos semanas de la cita, lo más probable es que Grecia se tenga que declarar en suspensión de pagos, y que se sucedan quiebras financieras en cadena. Un desarrollo así no tranquilizará a los mercados, sino todo lo contrario. Después de Grecia, harán objeto de su histeria a Portugal a Irlandsa y España. Se trata de que la ruleta pase de largo de nuestro país.

¿Qué debe hacer España? Lo primero, se tiene que firmar la reforma laboral, en los términos planteados por el gobierno. Esto no arreglará nada – vengo diciéndolo también desde hace tiempo – pero ayudará a ganar tiempo. Si no se pacta la reforma ahora, vendrán los mercados a dictárnosla dentro de unas semanas o a lo sumo meses.

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martes, 27 de abril de 2010

La tenacidad de Merkel

Poco a poco se aclara el culebrón de Grecia y, sobre todo, la postura de Alemania. Grecia tiene una importante cita con los mercados el 19 de mayo, cuando deberá devolver 8.500 millones de euros, que no tiene. El resto de la Eurozona está dispuesta a prestárselos, con cargo al crédito de 30.000 millones de euros pactado hace unos días, pero Alemania quiere – siempre lo ha querido – que el Fondo Monetario Internacional entre antes en escena. Con arreglo a la cuota pagada por Grecia al FMI, éste podría prestarle hasta 15.000 millones. Si eso bastara para tranquilizar a los mercados, Alemania se vería libre de intervenir hasta que la resistencia de Grecia se hubiera quebrado bajo la condicionalidad del Fondo. En otras palabras, Alemania quiere prestar a Grecia, pero sólo cuando sepa que la situación está encarrilada.

Estamos de nuevo en el escenario de finales de marzo.

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lunes, 26 de abril de 2010

¡Menudos liberales!

Lo han dicho Camps y Valcárcel: ellos tienen derecho a toda el agua de Castilla-La Mancha que se les antoje, y absolutamente gratis. No hace falta preguntarles que les parecería que los castellano-manchegos obtuviesen, igual de libres de cargos, todo el mármol de Novelda o plomo de La Unión con el que quisieran hacerse. Pensarían que es un auténtico robo. Pues el agua no es un bien muy diferente: se trata de un recurso mineral, sujeto a unas condiciones de producción (oferta) y demanda similares. ¿Qué el agua es imprescindible para la vida humana? También lo son los alimentos, y nadie ha planteado repartirlos gratis. Además, Valencia y Murcia no utilizan tanto el agua para el consumo de boca de su población como para regar huertas y atender instalaciones turísticas. ¿Acaso pretenden obtener gratis también la tierra, los fertilizantes y demás inputs necesarios, con el agua, para la producción agrícola, o los hoteles, sus instalaciones y mobiliario? Está claro que no. Las leyes de la economía les obligan a repartir el valor añadido entre los legítimos propietarios de los factores que contribuyen a la producción… excepto el agua. Se aprovechan de un precio administrado – nada afín a las doctrinas liberales – que representa una verdadera confiscación de los derechos económicos de otras Comunidades Autónomas.

Es una confiscación consentida por una interpretación torcida de la Constitución Española de 1978. Su artículo 148.1 número 10 faculta a las Comunidades Autónomas para asumir competencias en “[l]os proyectos, construcción y explotación de los aprovechamientos hidráulicos, canales y regadíos de interés de la Comunidad Autónoma; las aguas minerales y termales”. Esto debería ocurrir sin necesidad de que lo recoja ningún Estatuto de Autonomía, por simple transferencia competencial a iniciativa de la Administración Central del Estado, como ha ocurrido en otros casos. Pero la Administración Central no lo ha hecho por lo que dice el artículo 149.1 número 22, que reserva competencias exclusivas para esa Administración en el ámbito de “[l]a legislación, ordenación y concesión de recursos y aprovechamientos hidráulicos cuando las aguas discurran por más de una Comunidad Autónoma, y la autorización de las instalaciones eléctricas cuando su aprovechamiento afecte a otra Comunidad o el transporte de energía salga de su ámbito territorial”.

Es evidente que la voluntad del legislador era introducir una excepción en la competencia autonómica en razón de que las aguas discurrieran por más de una Comunidad Autónoma y no de que su aprovechamiento afecte a otra u otras Comunidades o su transporte salga de su ámbito territorial, que es señaladamente el supuesto mencionado para la energía (pero no para el agua) y, sin embargo, el que subyace a los planes hidrológicos nacionales.

Puesto que el Tajo discurre por tierras de Castilla-La Mancha, Extremadura y Portugal, tres administraciones regionales deberían llegar a un acuerdo para organizar un mercado de recursos hídricos, cuya regulación asumirían mancomunadamente las tres, y de cuyos resultados económicos habrán de participar todas ellas, y sólo ellas. Y no se requiere recoger esto en ningún Estatuto de Autonomía. Lo que hace falta es negociar un acuerdo tripartito, y conseguir el apoyo de la Unión Europea para una eurorregión constituida al efecto, si llega a ser necesario.

Valencia y Murcia no van a dejar de tener toda el agua que demanden. Pero tendrán que pagar por ella su justo precio, es decir, el de mercado, como cualquier otro demandante.

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viernes, 23 de abril de 2010

Bien, Obama, bien

Parece que el presidente de EE.UU., Barak Obama, ha emprendido la segunda de sus reformas, tras la del sistema sanitario de su país. Es la del sistema financiero estadounidense, familiarmente conocido como Wall Street. Ya hemos oído a brillantes economistas, como Xavier Sala-i-Martí, decir que eso no sólo no valdrá para nada, sino que lo más seguro es que no haga más que empeorar las cosas. Ocioso es hacer notar que ni de lejos comparto semejante opinión de los economistas.

Lo que debo confesar es mi sorpresa ante la determinación con la que Obama ha afrontado este nuevo reto. Está en el segundo año de su mandato: cada año, una reforma. No es un mal timing. Y se puede pensar de eso lo que se quiera, pero estaba haciendo falta. El lunes pasado comentaba yo el proceso abierto por la SEC (Securities and Exchange Commission, su comisión nacional del mercado dse valores) contra Goldman Sachs, uno de los exponentes emblemáticos de Wall Street. Pues bien, creo que el anuncio de Obama y esa acusación forman parte de un proceso que ya es imparable.

Está por ver qué dice el Fondo Monetario Internacional de todo esto. Hasta ahora, el FMI se ha dedicado a dar bandazos, pero en los últimos días parecía enrumbado en sus viejas obsesiones de estabilidad financiera a todo trance y reformas estructurales (empezando por la laboral). Debería de haber previsto la iniciativa de Obama, y añadir, a su retahíla de recetas, al menos alguna consideración sobre la reforma de los mercados financieros. No lo ha hecho, y ahora va a marchar un rato con el pie cambiado. Y tiene dos opciones: contribuir con su esfuerzo o continuar mientras pueda como si nada pasara.

Háblese de reformar los mercados financieros a escala nacional y global, y empezará a tener sentido hablar también de reformar los mercados de trabajo a escala local. Lo primero es lo primero.

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jueves, 22 de abril de 2010

Por qué no creo en la reforma laboral

Parece que España va a ser, de los países ricos, el más retrasado en salir de la recesión. Esto se puede entender de dos formas. Según una, España demora las necesarias reformas estructurales – entre ellas, la reforma laboral – y esta demora afecta a sus capacidad de tratar con éxito males como el desempleo masivo; ésta es la visión que ha expuesto estos días el Fondo Monetario Internacional, sumándose al Banco de España, a Funcas y otras instituciones, que la vienen defendiendo desde hace tiempo. Según la otra, España ha sido el país que más hizo depender la prosperidad pasada de actividades como la construcción y el turismo, la primera herida fatalmente y la segunda seriamente tocada por la crisis, y en tanto no se dé con actividades alternativas, capaces de sustituir a ambas, y sobre todo a la construcción, hay poco que hacer. Ésta es la visión que defendemos otra corriente dentro de los economistas.

Los partidarios de las reformas estructurales, y en primer lugar la reforma laboral, no niegan que haya una crisis de modelo productivo, pero opinan que el cambio de modelo no se puede planificar – opinión con la que estoy básicamente de acuerdo – sino que depende de dotar a los mercados de factores, y principalmente al mercado de trabajo, de un mejor y más eficiente funcionamiento; proposición esta última con la que estoy en completo desacuerdo. Ellos creen que, si el mercado de trabajo funciona mejor, el modelo productivo surgirá, por donde tenga que surgir, por sí solo. Yo creo que esta forma de pensar olvida completamente el problema que plantea la cultura empresarial en España.

El llamado modelo del ladrillo no sólo nos ha apartado de actividades tecnológicamente más avanzadas, en las que ahora estamos retrasados, sino que no ha contribuido en nada a la formación de capital humano empresarial, y a veces ha ayudado a destruirlo. He conocido empresarios de gran talento que terminaron desperdiciándolo en inversiones inmobiliarias, que no tienen nada de innovadoras. Tenemos una clase empresarial que apenas ha dejado atrás una mentalidad rentista, que busca beneficios rápidos y sin riesgo (“pelotazos”).

Los partidarios de la reforma laboral sostienen que un mercado de trabajo más flexible creará, como por ensalmo, la clase empresarial necesaria para impulsar una innovación capaz de competir globalmente. Me temo que no. La reforma laboral no hará más que empeorar las condiciones de vida de la clase trabajadora sin beneficiar a la inversión innovadora en España. Únicamente dará lugar a una redistribución de renta desde los asalariados a los empresarios para que éstos puedan mejorar sus estándares de consumo suntuario, como ya está empezando a ocurrir.

No creo que un aumento de las desigualdades sociales sea lo que está necesitando este país.

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miércoles, 21 de abril de 2010

Despido libre

Un amable lector pregunta si es legal en España despedir libremente a un trabajador. Otro, que da por hecho que no lo es, pregunta cuándo lo será.

Tiene razón el segundo. Según he explicado en estas mismas páginas, no hay despido libre en España. Aquí sólo es legal despedir a un trabajador que quiere continuar en su puesto laboral mediante resolución administrativa – sustanciada tras un expediente de regulación de empleo – o judicial. Pero su pregunta, la del segundo lector, es interesante porque no se refiere a si el despido libre es bueno o malo, que es la gran discusión del momento, sino para cuándo podemos esperar que lo haya.

La respuesta es condicional: depende. Ahora mismo, hay sobre la mesa del diálogo social, entre la patronal CEOE y los sindicatos CCOO y UGT, una propuesta del gobierno de reducir la indemnización por despido, de los actuales 45 a 33 días por año, en las nuevas contrataciones. Si los sindicatos entran a negociar esta propuesta, que mantiene la tutela judicial sobre el contrato laboral, se puede decir que el despido libre se hará esperar en España. ¿Cuánto? Es difícil decirlo. Dependerá de si la crisis se prolonga. En todo caso, no antes de las próximas elecciones generales.

Pero ¿y si los sindicatos rechazan la propuesta del gobierno? Puede ocurrir en varios escenarios. Los sindicatos podrían levantarse este año de la mesa, como el año pasado lo hizo la patronal. O, alternativamente, podrían dar largas al asunto esperando que el gobierno legisle sin acuerdo. Creo que el gobierno sacará adelante esta reforma, con o sin aquiescencia sindical. También creo que la reforma no contribuirá sustancialmente a la creación de empleo; tampoco es su objetivo: se trata de tranquilizar a los mercados. En ese escenario, los partidarios del despido libre seguirán presionando. Y el gobierno terminará aceptando. Probablemente, antes de las próximas generales.

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martes, 20 de abril de 2010

Querellas, querellas, querellas

Carlos Berzosa acaba de ser catapultado al estrellato. El acto celebrado en la Complutense en apoyo al juez Garzón, y sus consecuencias legales, le han aproximado un tanto más al sillón ministerial que reclamaban para él algunos miembros de la Izquierda Socialista (aquí y aquí). Pues no otro resultado va a tener la querella por supuesta prevaricación interpuesta contra él por la asociación Manos Limpias.

Veamos los cargos. El rector Berzosa supuestamente prevaricó al autorizar el uso de las dependencias universitarias para la celebración de un acto de desacato al Tribunal Supremo. Pues no. Si los tribunales son independientes la universidad es autónoma, con arreglo a la Constitución Española de 1978. Ninguno de los dos está a salvo de la crítica: tal privilegio lo reserva la Constitución para la figura del Rey, única de la que se dice que es “inviolable”.

¿Es entonces el rector culpable de mala administración de los recursos universitarios, que debería reservar para la docencia? Tampoco. José Ortega y Gasset, el filósofo español de más renombre del siglo XX, en una conferencia impartida en la Universidad de Madrid (hoy Complutense) hace ochenta años, y que lleva por título “Misión de la universidad”, traducida a numerosos idiomas y universalmente reconocida como la reflexión más profunda hasta ahora sobre el asunto, destacó que esa misión es triple: enseñar, investigar y transmitir cultura. Y, miren ustedes por dónde, no le parecía que la más importante fuera ni enseñar ni investigar, sino transmitir cultura. Y para quienes crean que transmitir cultura se limita a organizar concursos de Trivial Pursuit, el filósofo aclara que no. Transmitir cultura era para él realizar todas las actividades necesarias para que los estudiantes adquieran, junto a conocimientos y talente científico, el criterio para entender en los asuntos públicos, de los que a la fuerza tendrán que hacerse cargo en el transcurso de la próxima generación.

Así pues, el acto de la semana pasada en la Complutense podrá gustar o disgustar, pero se inscribe en la más pura tradición universitaria.

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lunes, 19 de abril de 2010

Ya era hora

Goldman Sachs, uno de los grandes bancos de inversión norteamericanos, que es como decir, de todo el mundo, ha sido llevado ante los tribunales en Estados Unidos por fraude en la emisión de CDO (siglas de collateral debt obligations) derivados de hipotecas de alto riesgo. Esos CDO fueron adquiridos por el británico Royal Bank of Scotland y el alemán IKB, lo que les generó pérdidas multimillonarias que forzaron el rescate de ambas entidades por sus respectivos gobiernos, en el otoño de 2008.

Año y medio para pedir que se siente en el banquillo a una de las entidades directamente responsables de la crisis, mientras otras siguen calificando los riesgos de bancos y países y agitando a los mercados con sus anuncios y perspectivas. No está mal, aunque nunca es tarde si la dicha es buena. Pero no se lo pierdan. Probablemente, la verdadera razón por la que GS ha sido denunciada en EE.UU. y puede que también lo sea en el Reino Unido y Alemania es ésta: esa entidad es la que ayudó a Grecia a maquillar sus cuentas y esconder la magnitud del déficit público antes de que todo se destapara en febrero de este año. Los reguladores son selectivos, y está claro cuál es el rasero con arreglo al que seleccionan.

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viernes, 16 de abril de 2010

Elogio de la Justicia

Contra lo que es habitual en este blog, esta entrada sustituye a otra publicada a primera hora de la mañana. Cuanto más leo y releo la primera, tanto más me parece una intervención de “tertuliano”. Y lo digo con todo respeto a los tertulianos, pues una es la responsabilidad de quien tiene que comentar a bote pronto en el directo de la radio o la televisión, y otra muy distinta la de quien dispone de todo el día para reflexionar. Tómese, así pues, la presente entrada como rectificación de la anterior.

Un problema muy serio de España es la politización que está adquiriendo la Justicia. Y la Justicia se politiza porque la Política se judicializa. Es exuberante el número de cuestiones políticas que la sociedad no ha sabido resolver por medios propios, y ahora encomienda al medio impropio de los tribunales. Por citar los casos más notorios: el Estatuto de Autonomía de Cataluña, la memoria histórica sobre la Guerra Civil y el franquismo, la relación misma entre la política y la sociedad a través de los casos de corrupción. Y no son asuntos menores, por cierto.

Adam Smith, a quien tenemos por fundador de la ciencia económica, en Lecciones de jurisprudencia, uno de sus libros menos conocidos, afirma que el objeto de la justicia es frenar el afán retributivo de las partes, impedir que lleguen hasta donde, llevadas de su motivación inicial, llegarían; simular lo que sería una transacción, un arreglo pacífico entre las partes. Esta definición sorprenderá a los no economistas, porque uno siempre tiende a pensar que la Justicia debe dar la razón al que la tiene. Pero no: todos tienen razón, cada uno la suya. La Justicia es ciega y sostiene una balanza en una mano y una espada en la otra. La balanza busca un equilibrio y la espada hacer partes. El juicio de Salomón es dividir al niño y entregar una mitad a cada una de las presuntas madres. Solamente cuando el odio de la falsa madre le induce a mostrar la satisfacción de su afán retributivo porque la sentencia hará sentir a la feliz madre el dolor de la que ha perdido a su hijo, la balanza de la Justicia vuelve a moverse para frenar ese afán entregando el hijo, vivo, a su verdadera madre. Si hay suerte, como en el juicio bíblico, la venda cae de los ojos de la Justicia y puede hacerse justicia, en el sentido popular del término. Con más frecuencia, sin embargo, la Justicia tiene que fallar cortando en dos al niño y procurando que las dos mitades pesen lo mismo.

Volviendo a los casos de Garzón, creo que no será condenado por el asunto de los crímenes del franquismo; no porque los magistrados acepten el principio de justicia universal, sino porque condenarlo significaría dar rienda suelta al afán retributivo de los nostálgicos del franquismo, damnificados perennes de tres décadas de democracia. Pero al punto al que han llegado las cosas – como el propio acusado reconocía ayer, por boca de su abogado – va a ser muy difícil que salga incólume de los tres casos en que se halla envuelto sin que eso signifique dar rienda suelta al afán retributivo de la izquierda.

Ha llegado el momento de dejar trabajar a la Justicia y aprender una lección muy importante.

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jueves, 15 de abril de 2010

El FMI mete baza

No destaca por su lucidez la actuación del Fondo Monetario Internacional en la última década. Ésta empezó con la suspensión de pagos de Argentina, discípulo predilecto del Fondo durante los noventa. Acaso estaba el FMI demasiado ocupado con sus cosas como para prever la crisis internacional. Aunque hemos de pensar que se apunta a la explicación de Alan Greenspan, su gurú a lo largo de lustros, de que fueron las hipotecas de alto riesgo la causa de las actuales tribulaciones, no llega el Fondo a decir nada al respecto. Y se comprende, toda vez que en julio de 2008 ya daba por resuelta la crisis de las hipotecas y auguraba una pronta recuperación… ¡sólo semanas antes de la quiebra de Lehmann Brothers y la debacle del otoño siguiente! Luego dijo algo sensato – que había que reaccionar con fuertes estímulos fiscales – pero sus repetidos errores pronosticando la reactivación parecen haberlo convencido de que hay que hacer más. Ahora ha salido con las reformas estructurales, su canción favorita desde la crisis de la deuda en 1982.

Ha puesto su ojo en España, y eso sí es preocupante. Convidado de piedra en la crisis de la deuda griega, el FMI parece prepararse para cuando le toque intervenir en el caso de España. Ha empezado con que hay que flexibilizar el mercado laboral, entonando el mantra del contrato único de trabajo. Pero no se engañen: si se le hace caso en esto, seguirá con que tenemos una sanidad y una educación demasiado caras para que las financie el Estado. ¿Qué se apuestan?

Sinceramente, el FMI tenía que estar dedicándose a otra cosa. Los problemas que se quiere resolver con las reformas estructurales son minucias comparados con el gran problema destapado por la presente crisis, a saber, la inadecuación del sistema monetario diseñado en 1944, y parcialmente reformado en 1978, para afrontar los desequilibrios de pagos internacionales generados por el ascenso de China al rango de segunda potencia económica mundial, y la única que ahora está actuando de locomotora. El sistema monetario está diseñado para que una economía en desarrollo, como la china, actúe como exportador neto, cuando tendría que actuar como importador neto para incentivar nuestras propias exportaciones y las de todo el mundo desarrollado, todavía en crisis.

En vez de meterse con nosotros, el FMI debería estar presentando propuestas para un nuevo arreglo monetario global susceptible de ser aprobado por China, que no estuvo presente en el diseño del que hizo crack en 2008. Eso, si no queremos tener que declararle la guerra y ganársela, para poder imponerle, como de vencedores a vencido, el arreglo que nos convenga lo mismo que Estados Unidos se lo impuso a Alemania y Japón al término de la Segunda Guerra Mundial, cuando había que poner en marcha un sistema que sustituyera a la anarquía de sistemas bilaterales de pagos predominante durante la Gran Depresión.

¿Contrato único de trabajo, el remedio a nuestros problemas? Ojalá pudiera creer que todo es tan fácil.

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miércoles, 14 de abril de 2010

Bolonia

Fui un temprano defensor del proceso de Bolonia. Durante mi mandato como decano de una Facultad universitaria (2000-2008), impulsé el proceso. Le he dedicado muchas horas de reflexión y discusión con el centenar de profesores y personal no docente y los casi 2.500 alumnos que integraban ese centro. Hoy me tengo que confesar profundamente decepcionado por los resultados.

El proceso de Bolonia tenía por objeto la creación de un Espacio Europeo de Educación Superior, que facilitara el reconocimiento mutuo de los títulos universitarios y la libre circulación de profesionales por toda la Unión Europea. Había dos procedimientos para lograrlo. El primero, que yo he defendido, consistía en promover redes de centros afines en distintos países, que unificaran planes de estudio e intercambiaran profesores y alumnos, sobre la base de la docencia en inglés y aprovechando el marco Erasmus. En fecha tan temprana como 2000, mi centro fue invitado a participar en una de tales redes, formada por las facultades de economía y negocios de una universidad alemana, una sueca, una finlandesa y otra lituana; les interesaba expandirse hacia el sur de Europa, y allí estaba yo para recibir la oferta. Se trataba de impartir un grado común en cuatro años, ocho semestres, los cinco últimos en inglés y con los alumnos estudiando al menos uno de ellos en una de las universidades socias. Cada alumno que cursara el programa recibiría cinco títulos, con validez legal en los cinco países. En cuatro o cinco años, nos habríamos extendido por una docena de países europeos, cada universidad otorgando sus títulos a los alumnos de todas ellas. No estábamos en condiciones de aprovechar semejante ganga.

Durante los últimos seis o siete años – ya no lo recuerdo – una de mis asignaturas ha sido la única impartida íntegramente en inglés en mi universidad, excepción hecha de las de filología inglesa (¡faltaría más!). No es muy difícil enseñar en inglés, pero los profesores somos tan reacios como el resto de la sociedad española a trabajar en la lengua de Shakespeare; teniendo la de Cervantes, ¿para qué necesitamos otra? Y no es cosa únicamente de mi universidad. En realidad, las universidades españolas públicas capaces de ofrecer un grado, o incluso medio grado de economía o business administration en inglés se cuentan con los dedos de la mano.

En 2007, me presenté a las elecciones a rector de mi universidad, con un programa de inmersión del profesorado en la lengua inglesa, con objeto de recuperar el tiempo perdido y estar en cuatro años en condiciones de aprovechar las oportunidades de entrar en redes de centros afines que se nos ofreciera, en todos los ámbitos del saber. Saqué un 12 por ciento de los votos, el menos votado de tres candidatos. El ganador, con un 70 por ciento, había defendido un programa de reforzar la investigación (el programa estándar de la universidad española) y en títulos estar a esa uniformidad de títulos impuesta desde arriba que se conoce como ECTS, y que ha regido la reforma de los planes de estudios. Yo lo llamaría la contrarreforma de Bolonia: el triunfo de las burocracias educativas, representadas en España por la Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación (ANECA).

Ahora cada vez hay menos dinero para investigación, y la universidad española afronta un periodo de letargo en el momento en que querríamos avanzar hacia la sociedad del conocimiento y la innovación. En cambio, si hubiéramos entrado en redes de docencia europea, esas infraestructuras educativas aguantarían mejor la crisis que el esfuerzo investigador. E incluso podríamos estar pasando de la colaboración docente a la cooperación en investigación, con notable ahorro sobre nuestros presupuestos actuales por el disfrute de economías de aglomeración.

Tenemos lo que nos merecemos.

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martes, 13 de abril de 2010

¿Hay una especulación contra el euro?

He sostenido aquí repetidamente, y vuelvo a sostener ahora, que no. Lo que hay es una seria incertidumbre sobre el futuro de la Unión Monetaria.

La eurozona se creó siguiendo la teoría de las zonas monetarias óptimas, enunciada por Robert Mundell (1932 – ), economista canadiense laureado con el Premio Nobel de Economía en 1999. Una zona monetaria óptima es un territorio en el que una misma moneda puede circular sin problemas. Estados Unidos, por ejemplo, es una zona monetaria óptima para la circulación del dólar, como hasta hace una década España era una zona monetaria óptima para la circulación de la peseta. Ahora bien, ¿conforman los dieciséis países que han adoptado el euro una zona monetaria óptima? Hay dudas crecientes de que la respuesta sea afirmativa.

Lo que se llama la especulación contra el euro es el intento de quienes tienen euros, o activos nominados en euros (como la deuda soberana de los países de la moneda única, Grecia y España entre ellos), por desprenderse de esos euros o de esos activos, antes de que el euro no valga nada o poco más que nada.

¿Cómo afecta esto a la financiación exterior de Grecia? Muy sencillo. Grecia emite deuda soberana en euros. Pero si los mercados no desean adquirir activos nominados en euros por el riesgo de desvalorización que comportan, no querrán adquirir deuda griega, que es un activo nominado en euros. En tal caso, ¿de dónde sacará el gobierno griego recursos para pagar sus cuentas? ¿Cómo devolverá su dinero a aquellos inversores que le prestaron en el pasado y cuyos préstamos debe devolver precisamente ahora?

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lunes, 12 de abril de 2010

Las razones de los mercados

Al final, la realidad le ha enseñado a Angela Merkel la máxima de El Gallo, de que lo que no puede ser, no puede ser y además es imposible. El Eurogrupo había decidido a fines de marzo que primero intervendría el Fondo Monetario Internacional para salvar a Grecia, y dieciocho meses después, lo harían los países de la Eurozona. El problema es que el FMI presta con arreglo a la cuota pagada anualmente por cada país, y conforme a la suya, Grecia no podría conseguir más de diez mil millones de euros: una suma que se estimaba suficiente para avalar las necesidades de Grecia en abril y mayo, estimadas inicialmente entre 16.000 y 22.000 millones.

Pero la subida de los tipos de interés pagados por Grecia ha complicado las cosas. El país está pagando tipos de hasta el siete y medio por ciento anual en el bono a diez años, y eso es inviable porque convierte en inútil cualquier programa de ajuste para reducir el déficit público, por duro que sea. Los 10.000 millones del FMI serán, en este escenario, insuficientes. Europa no puede esperar cómodamente sentada tras la barrera mientras el FMI sale a la arena primero. Hay que poner el dinero sobre la mesa ya.

Eso es lo que han hecho los ministros de Economía y Finanzas, reunidos de urgencia este domingo en Bruselas. Una nueva demostración de lo difícil que es para la política lidiar con la crisis.

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viernes, 9 de abril de 2010

Pero... ¡qué bochorno!

El Fondo Monetario Internacional incluye entre sus exigencias habituales a los países a los que presta sostén financiero, la de buena gobernanza. Entiende el Fondo por ese concepto un adecuado ordenamiento jurídico y los tribunales encargados de administrar su aplicación. Esto me da pie a hablar de la situación de la Justicia española que revela el procesamiento del juez Garzón por presunta comisión de un delito de prevaricación al intentar procesar los crímenes del franquismo.

Llevo varios días escuchando los argumentos de unos y otros. El argumento a favor del procesamiento afirma que el Tribunal Supremo procesa a Garzón, no por haber intentado sentar en el banquillo al franquismo, sino por haberlo intentado sabiendo que carecía competencias para hacerlo. (Tenía que saberlo porque la prevaricación consiste en obrar injusticia a sabiendas). El argumento incluye la proposición de que Garzón sabía que carecía de competencias para juzgar esos crímenes por la sencilla razón de que no podía ignorar la vigencia de la llamada Ley de Amnistía, que extingue las responsabilidades – caso de haberlas habido – por dichos crímenes. A mí, que no soy jurista de profesión, se me antoja que el argumento es falaz. Ya que, si la ratio decidendi es la Ley de Amnistía, que Garzón no podía ignorar, entonces el argumento afirma que Garzón prevaricó al procesar al franquismo porque él sabía que al franquismo no se le puede procesar. Que es lo que el argumento trataba de negar.

Más allá de las contradicciones formales implícitas en el argumentario de los defensores del procesamiento de Garzón, la cuestión básica es que las llamadas leyes de punto final, que pretenden eximir de responsabilidad a los responsables de crímenes contra la humanidad, y que fueron aprobadas en países que salían de dictaduras, como Argentina y Chile, terminan siendo derogadas, como ocurrió en los dos casos citados. Los crímenes contra la humanidad no prescriben, ni pueden ser amnistiados. Los culpables del asesinato de ocho mil prisioneros bosnios tras la caída de Sbrenica, en 1995, han sido perseguidos por el Tribunal Penal Internacional de La Haya, con independencia de que hubieran sido, o no, amnistiados en Serbia.

Comprendo perfectamente que se puede disentir de Garzón, que se puede opinar que, puesto que hay un Tribunal Penal Internacional que entiende en delitos de lesa humanidad, las víctimas del franquismo, es decir, los familiares de más de cien mil desaparecidos y presuntamente fusilados y enterrados en cunetas, deben acudir a ese Tribunal en busca de amparo, mientras que los tribunales nacionales deben inhibirse. Sin embargo, muchos juristas, dentro y fuera de España, opinan que dado el carácter universal de los crímenes contra la humanidad, también es universal la competencia de los tribunales para perseguirlos. En otras palabras, que el Tribunal de La Haya está investido de una jurisdicción no tanto especial como especializada, y que cualquier tribunal de justicia del mundo es competente en este tema, mientras La Haya no reclame el caso.

Hay, así pues, opiniones para todos los gustos. Pero una cosa es disentir de la opinión de Garzón y otra muy distinta pretender que prevaricó al seguir una doctrina a la que ha sido fiel toda su carrera y que él mismo contribuyó a convertir en jurisprudencia. Procesarle, como se ha hecho, equivale a sentar en el banquillo a la propia justicia universal.

¡Qué vergüenza que sea un tribunal español el primero que ha osado hacerlo!

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jueves, 8 de abril de 2010

Grecia vuelve a intranquilizar a los mercados

En el día de hoy, las Bolsas europeas han emprendido una caída pronunciada de sus índices. El euro sigue depreciándose frente al dólar. Grecia vuelve a estar en el ojo del huracán. Su riesgo-país se ha disparado, y eso se traduce en un diferencial – con respecto al bono alemán – superior a 400 puntos básicos, es decir, mayor que el 4 por ciento. Como consecuencia, la deuda soberana de Grecia se está emitiendo a tipos de interés que rondan el 7,5 por ciento anual, lo que supera todas las previsiones. (España se ha endeudado al 3,9% en bonos a 10 años y al 4,9% en bonos a 30 años, en la subasta del 23 de marzo). Empieza a pensarse que Grecia no podrá soportar semejantes costes financieros gravitando sobre su gasto público. Esto se suma a la noticia, también conocida hoy, de que la agencia de rating Moody’s ha rebajado la calificación crediticia de la mayor parte de la banca griega (5 entidades sobre un total de 9).

Un motivo adicional de intranquilidad, entre los acreedores, es al parecer una presunta “falta de claridad” de los acuerdos del Eurogrupo (que rige políticamente la zona euro, a la que Grecia pertenece), adoptados en la cumbre del pasado 25 de marzo, concretamente, acerca de las condiciones en que el Fondo Monetario Internacional intervendría en la crisis griega (aquí mi comentario sobre la cumbre). Esto demuestra que los mercados no escuchan las declaraciones ni se leen los papeles y únicamente se mueven por rumores. La “falta de claridad” es un rumor, y completamente sin fundamento.

Si uno escucha las declaraciones de los mandatarios presentes en la cumbre, lee con atención los sueltos de prensa y no ignora las normas del FMI, se da perfecta cuanta de que la cosa no puede estar más clara. Los socios de Grecia en el Eurosistema no intervendrán más que después de que lo haya hecho el FMI. Por tanto, si Grecia necesita ayuda, le toca al FMI el proporcionársela. ¿Cuándo? Muy sencillo, cuando el gobierno griego estime que no puede resistir más la situación, se ponga al habla con el FMI y solicite él mismo ser puesto a la cuestion.

(Para aquéllos que desconozcan el significado de la expresión “ser uno puesto a la cuestión”, recomiendo la lectura del Tratado de delitos y penas, de Cesare Beccaria, jurista italiano de la segunda mitad del siglo XVIII, de cuya existencia tengo noticia gracias a mi buen amigo Luis Arroyo Zapatero, catedrático de Derecho Penal y rector de la UCLM cuando fui decano de su Facultad de Derecho y Ciencias Sociales. Un sustitutivo aceptable del susodicho tratado, siempre y cuando uno permanezca atento a los diálogos, es la película Los fantasmas de Goya, del director Milos Forman).

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miércoles, 7 de abril de 2010

El culebrón del yuan: episodio n+1

El secretario del Tesoro estadounidense, Timothy Geithner, de visita en la India para estrechar lazos entre ambas economías, acaba de amenazar veladamente a China con incluirla en la lista de países que manipulan su divisa. La teoría de muchos economistas, incluido Paul Krugman, es que dicha “manipulación” tiene por objeto favorecer la competitividad de las exportaciones chinas y, a sensu contrario, perjudicar las del resto de mundo que serían importaciones chinas. Yo sostengo que es una verdad a medias, aunque la apoye Krugman.

Veamos los cargos. Se dice que entre 2005 y 2008 China dejó que su moneda se apreciara frente al dólar y las demás divisas importantes, incluido el euro, y que eso favoreció notablemente la expansión global en un periodo en que el ciclo económico iniciado en 2001 empezaba a agotarse; entonces, China “se portó bien”. (No a juicio de Krugman, para quien eso ayudó a inflar la burbuja inmobiliaria: y, según sus supuestos, yo tendría que darle la razón en esto, aunque me parece que no nos exime a los occidentales de responsabilidad, como él parece creer). A partir de julio de 2008, China pegó la cotización del yuan a la del dólar, lo que, a juicio casi universal de los economistas, está dificultando la recuperación de las economías occidentales, dado que su enorme superávit comercial exigiría una apreciación notable, que los dirigentes chinos se niegan a facilitar.

Los chinos podrían decir lo siguiente. Lo que ellos hicieron entre 2005 y julio de 2007 fue adquirir un stock ingente de CDO – siglas de collateral debt obligations o bonos derivados de hipotecas de alto riesgo – para rentabilizar sus saldos en dólares. En este sentido, inflaron la burbuja. Podrían haber vendido en los mercados de divisas una proporción aún mayor de sus excedentes de tesorería, y con ello el yuan se habría revalorizado aun más. Pero los chinos querían proteger sus exportaciones y decidieron asumir el riesgo. En el pecado llevaron la penitencia. En el verano de 2007 empezaron a perder dinero. Un año después, en julio de 2008, cuando ya debían estar acumulando pérdidas de mucha importancia, las instrucciones de la dirección china evitaron que sus corporaciones exportadoras se sumaran al pánico de los mercados y aguantaron estoicamente los números rojos. A veces digo que lo que ocurrió entre el 31 de julio de 2007, con la quiebra de los dos hedge funds de Bear Stearns localizados en las Islas Cayman, y el 15 de septiembre de 2008, con la quiebra de Lehmann Brothers, es equivalente a una bomba atómica caída sobre los mercados. La destrucción de riqueza tuvo que ser de proporciones devastadoras para la economía global. Sin embargo, no amanecimos mucho más pobres de lo que éramos, ni el resto de los europeos ni los estadounidenses tampoco. Bueno, sí; unos cuantos bancos quebraron. Pero si se compara el efecto riqueza del crack del 29 con el de la pasada crisis financiera, esta última ha resultado particularmente benigna. ¿Por qué? Los chinos pagaron la factura, sencillamente. Ellos se lo habían buscado, después de todo.

Al mantener el yuan “pegado” al dólar desde julio de 2008 han hecho algo más, sin embargo. Han contenido las convulsiones subsecuentes a una realización acelerada de sus excedentes en divisas convertibles. Lo han hecho por interés propio, sin duda, ya que, vendiendo masivamente sus tenencias de dólares, euros y yenes, habrían desvalorizado esas tenencias y vuelto a perder mucho dinero. Y los chinos no son tontos. Al pedirles que lo hagan ahora – pues no de otra forma podrían apreciar el yuan – lo que les pedimos es exactamente eso: que sean tontos, que vuelvan a perder dinero, que paguen la recuperación ahora como antes pagaron la crisis.

Hay otro detalle adicional. Si, por efecto de la venta de sus excedentes líquidos , se llegara a retirar depósitos de unos bancos occidentales (por ejemplo, para recolocarlos en otros), éstos podrían sufrir una crisis de proporciones que dejaría pequeña a la de 2008. De hecho, fue una acción similar, efectuada por Estados Unidos, al retirar los fondos del Creditanstalt, entidad bancaria austriaca, en 1931, lo que arrastró quiebras bancarias en cadena en los países desarrollados, incluido Estados Unidos, donde se generalizaron en 1932 y sumieron a la economía mundial en la Gran Depresión, propiamente dicha (aquí). A lo mejor ahora Obama y algunos economistas estadounidenses creen que unas cuantas quiebras bancarias en ese país vendrían bien para disciplinar a un sector financiero que vuelve a campar por sus fueros. Pero lo que está claro es que, en España, significaría el fin de la proverbial salud del nuestro sistema bancario, de la que tanto hemos presumido en el último año y medio.

¿Que el arreglo actual tiene inconvenientes? Por descontado. La falta de apreciación del yuan dificulta las exportaciones del resto del mundo a China – única economía en franco crecimiento ahora mismo – y por tanto la recuperación de la economía global. Pero no cabe esperar que el problema lo resuelvan las negociaciones bilaterales entre Estados Unidos y China. El yuan es solamente un asunto entre muchos otros en la agenda de esas negociaciones; importante, pero también lo son la adopción de una postura común ante la proliferación nuclear (Irán y Corea del Norte), los espinosos contenciosos de Taiwan y el Tibet, y las inversiones chinas en Estados Unidos, por mencionar sólo los más candentes. Para conseguir algo en uno de esos temas, hay que hacer concesiones en otros. No esperaría yo mucho más que la ampliación de la banda de fluctuación del yuan, a la que China parece dispuesta a comprometerse. Y ahí sí podemos estar todos de acuerdo: eso será del todo insuficiente para resolver el problema planteado.

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martes, 6 de abril de 2010

Llamando a las puertas del cielo

Las hojas de ruta hacia la paz no sirven para nada. La que está operativa en Oriente Próximo, para menos. Lo puso en marcha George Bush en 2002-2003 con objeto de frenar la segunda Intifada y apartar a Yasser Arafat de la dirección palestina. Una vez conseguidos ambos objetivos, la hoja de ruta, que tendría que haber conseguido la creación en tres fases de un Estado palestino en 2005 a lo más tardar, languideció. No se ve por qué el presidente Obama tendría que sentirse atado a ella.

Todos desean la paz, ¿quién no? Casi todos concuerdan, así mismo, en empezar un proceso hacia ella, pero discrepan en cuanto a las etapas intermedias. Si se dice: “Tratemos, primero, de alcanzar el punto A”, unos cuantos, quizá un bando entero, abandonarán la hoja de ruta. Si se continúa diciendo: “Vayamos ahora al punto B”, todavía menos gente continuará en el proceso. Éste contará cada vez con menos apoyos, conforme se trata de alcanzar nuevas etapas. En el momento en que se supone que éste tendría que culminar, casi nadie recordará que una hoja de ruta hacia la paz está pendiente de ejecución. Y cuando a alguien se le ocurra recordárselo a los demás, algún otro aprovechará cambios en la correlación de fuerzas para imponer modificaciones en la hoja de ruta misma. Esto es lo que acaba de ocurrir: Israel quiere imponer una etapa intermedia que había sido excluida, el continuar con los asentamientos de colonos en los territorios ocupados en 1967, que tendrían que haber quedado “congelados” desde el primer momento. En las hojas de ruta las etapas intermedias hacen que la gente pierda de vista el punto de destino. Lo que se necesita es resaltar el punto de destino para hacer que la gente se olvide de las etapas intermedias y éstas queden para cuando se haya llegado.

Trabájese, así pues, en clarificar el punto de destino. Hay que ser ambiciosos, porque únicamente un ambicioso punto de destino será tan poderoso en imágenes como para que la gente pierda de vista las etapas intermedias. Lo que se necesita en el Próximo Oriente es construir algo parecido a la Unión Europea. ¿Parece absurdo, verdad? Pues ahí está precisamente la fuerza de la imagen. (Para más detalle, véase la página que lleva por título “Un plan de paz para Oriente Próximo”, más arriba).

Fíjense bien. Al término de la segunda guerra mundial, Francia y Alemania se odiaban mutuamente de modo tan fiero como israelíes y palestinos lo hacen hoy en día. Se habían enzarzado en sendas carnicerías tres veces en tres cuartos de siglo: 1870, 1914-1918 y 1939-1945, una vez cada cuarto de siglo. Cada uno había matado a cientos de miles de ciudadanos del otro país. En 1945, Francia no sólo era una de las potencias ocupantes de la derrotada Alemania, junto con Estados Unidos, el Reino Unido y la Unión Soviética, sino que además apoyaba el llamado Plan Morgenthau para desmantelar la industria germana y transformar Alemania en un país de agricultores y pastores. Sin embargo, cinco años después, tan sólo cinco años, Francia y Alemania habían alcanzado un acuerdo duradero – el acuerdo de 9 de mayo de 1950 – que dio origen a la Comunidad Europea.

Es verdad, sin duda, que la sensación de peligro provocada por un nuevo y más formidable enemigo – la URSS – ayudó a franceses y alemanes a cambiar su percepción del enfrentamiento que mantenían tradicionalmente. Pero no es menos cierto que también existe un enemigo común tanto de israelíes como de palestinos y, en general, todos los árabes moderados, que ha demostrado con creces su capacidad de perturbar el orden mundial.

[Nota añadida a las 18:18 del 8 de abril: En un comentario extremadamente ilustrado enviado por email, mi amigo Isidro López Cuadra cita una vez a Antonio Gramsci, sin mencionarlo, y añade la referencia de La paz perpetua, de Immanuel Kant, en apoyo de la tesis sostenida en esta entrada y en "Un plan de paz para Oriente Próximo". Gracias, Isidro, por la bibliografía complementaria].




Panorámica de Jerusalén desde el Monte de los Olivos, con el Muro de las Lamentaciones en primer plano, el Monte del Templo inmediatamente detrás, y la refulgente Cúpula de la Roca destacando sobre el conjunto. (Foto: Wayne McLean).

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jueves, 1 de abril de 2010

Haití

Parece que, por fin, la comunidad internacional va a volcarse con el pueblo haitiano. La actual conferencia de ayuda, tercera desde el devastador terremoto de principios de año, ha reunido un total de 4.000 millones de euros de ayuda, más de la mitad de esa suma de la Unión Europea (1.200 millones) y de Estados Unidos (1.150 millones). España ha tenido un protagonismo fundamental en el compromiso comunitario, y es el país europeo que más contribuye (346 millones), tercero del mundo detrás de Estados Unidos y Canadá.

La cifra española es muy importante, más que la de Francia, por ejemplo, que aparentemente tendría más motivos para interesarse por el país caribeño. Para que se haga el lector una idea de esa importancia, baste con señalar que, este año, la administración pública española – en principio, la central pero es de suponer que también la autonómica y local – va a reemplazar únicamente una de cada diez bajas de personal causadas por jubilación. Si el año pasado se convocó un total de veinte mil plazas de oferta de empleo público en la administración central, este año serán poco más de dos mil. Esto no dejará de tener efectos, que algunos ya están anunciando, en materias sensibles como la seguridad ciudadana, al reducirse el número de servidores del orden, por ejemplo. Pero son los tiempos que corren; Austeridad es su nombre. Discrepo, pero mi opinión no cuenta. Así, la administración ahorrará 280 millones de euros al año.

En otras palabras, lo que España ha donado a Haití es de mayor importe que lo que se va a ahorrar con un año de reducción de empleo público. Es verdad que en los sucesivos la reducción continuará gravitando positivamente sobre las cuentas públicas – no así sobre los servicios de la administración – mientras que la donación tiene un carácter puntual, de modo que sus efectos se agotan – esperemos – este año. Pero las cifras cantan y quedan ahí para mostrar la magnitud del esfuerzo solidario de España.

Y, como es inevitable, muchos se preguntarán: “¿Es necesario que España trate de destacar en esto, en momentos en que atravesamos semejantes dificultades?” Y los diplomáticos darán su respuesta, a saber, que este semestre España ostenta la presidencia de turno de la UE, y que se haría un flaco servicio al protocolo siendo ruines en este tema. Hay que ser espléndido, en correspondencia con el honor que representa la susodicha presidencia. Es ésta una respuesta muy española: los países del norte de Europa valorarían de forma muy distinta la cuestión.

Creo que hay una respuesta mejor. España ha estado en el ojo del huracán de los mercados durante la mini-tormenta monetaria de febrero. Al suscitarse dudas sobre la capacidad de Grecia de devolver su deuda soberana, por contagio surgieron dudas similares sobre la capacidad de España; dudas que la gira del secretario de Estado de Economía por Londres, París y Nueva York logró aplacar, pero no desvanecer del todo. El problema sigue estando ahí, latente, como quien dice, esperando la menor oportunidad para saltar de nuevo a la palestra.

Pues bien, cuando hay dudas sobre la capacidad de pago de uno mismo, es cuando hay que gastar a manos llenas y de la manera más ostensible. Si uno escatima, da la impresión de que, en efecto, carece de recursos, y con eso las dudas se convierten en certezas de pánico para los mercados. Es una ley financiera que enunció hace ciento cuarenta años Walter Bagehot en Lombard Street, el clásico de economía sobre la City londinense.

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