Modelos productivos, el viejo y el nuevo
Cuando se habla de cambio del modelo productivo, con frecuencia se menciona sólo una parte, la que podríamos llamar visible. De la invisible nadie se ocupa, con ser la más importante.
El viejo modelo productivo, llamado “del ladrillo”, no se basaba en la construcción de 700.000 viviendas anuales, varios millones en los últimos lustros, que el público quitaba a los promotores de las manos esperando que su valor se triplicara en seis ó siete años. Que eso ha ocurrido es verdad, como lo es que no volverá a ocurrir: ahora hay 700.000 viviendas sin vender en España, y un número creciente de esas viviendas está pasando a manos de los bancos y cajas de ahorros, con el peligro que esa situación lleva aparejado. Pero eso sólo era el resultado, el producto del modelo.
No; el viejo modelo productivo se basaba en algo que es lógicamente anterior. Un promotor iba a una oficina bancaria con los planos de un solar y los del edificio que pensaba construir encima, y el director de la oficina, sin más que comprobar la localización y calcular el total de metros cuadrados útiles de viviendas por construir, le concedía un crédito por el 80 por cien, el 90 por cien, incluso el 100 por cien del coste del solar y de la edificación. En España se ha construido sin dinero, como sin dinero se puede especular en Bolsa. El día en que un empresario, cualquier empresario pueda ir a una oficina bancaria con una patente que planea comprar y un proyecto de innovación basado en ella, y el director de la oficina le conceda un crédito – llamémosle innovador – que le permita llevar a cabo el plan sin dinero, de forma tan automática como automática era la concesión del crédito promotor, ese día, y no antes, se podrá hablar de “nuevo modelo productivo”. Faltando eso, se podrá uno llenar la boca de “sociedad del conocimiento y la innovación”, pero serán palabras vacías.
Es un espejismo creer que basta con reformar la educación para que el modelo cambie. La educación que una sociedad se da a sí misma es reflejo de su mentalidad colectiva; no es posible reformarla sin cambiar la mentalidad social. En España ha habido la educación que convenía a un modelo productivo en que cualquier maestro albañil – con todos los respetos para la profesión – podía llegar a acaudalado constructor, y un pocero sin estudios, a magnate de la promoción inmobiliaria. Los conocimientos de un director de oficina bancaria debían dar como para calcular costes de construcción y beneficios de la promoción. Es más difícil calcular el valor de una patente que el de un solar, y los potenciales beneficios de una innovación mucho más que los de un bloque de viviendas o incluso una urbanización entera. Pero así están las cosas: la educación es condición necesaria, pero no suficiente, para una sociedad capaz de competir en la globalización.
Se necesita una tremenda reforma del sistema financiero, antes o al mismo tiempo. Tan de acuerdo estoy con el PP en que la reforma del sistema financiero es absolutamente imprescindible, como seguro estoy de que los populares no tienen ni idea de cómo ni para qué afrontarla. El asunto no es difícil, es dificilísimo. Para empezar, el sistema bancario tiene que desprenderse de los 400.000 millones de euros de crédito promotor que aún lastran su actividad, toda vez que no será capaz de ponerse en serio a otra cosa mientras su atención esté centrada en reducir riesgos. Pero esto no es más que el comienzo. El asunto es tan complicado que incluso a mí me cuesta ver con claridad cómo encarrilarlo.
Lo primero es voluntad política, que no veo por ningún lado.
Etiquetas: modelo productivo, reformas estructurales, sistema bancario